Dios vulnerable

Dios vulnerable

Lectura del libro de Isaías

¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la Buena Nueva, que pregona la victoria, que dice a Sión: «Tu Dios es rey»! Escucha: tus vigías gritan, cantan a coro, porque ven cara a cara al Señor, que vuelve a Sión. Romped a cantar a coro, ruinas de Jerusalén, que el Señor consuela a su pueblo, rescata a Jerusalén; el Señor desnuda su santo brazo a la vista de todas las naciones, y verán los confines de la tierra la victoria de nuestro Dios.
Salmo 97

R/. Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios

Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas:
su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo. R/.

El Señor da a conocer su victoria,
revela a las naciones su justicia:
se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel. R/.

Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera;
gritad, vitoread, tocad. R/.

Tañed la cítara para el Señor,
suenen los instrumentos:
con clarines y al son de trompetas,
aclamad al Rey y Señor. R/.

 

Lectura de la carta a los Hebreos

En distintas ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a nuestros padres por los profetas. Ahora, en esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo, al que ha nombrado heredero de todo, y por medio del cual ha ido realizando las edades del mundo. Él es reflejo. de su gloria, impronta de su ser. Él sostiene el universo con su palabra poderosa. Y, habiendo realizado la purificación de los pecados, está sentado a la derecha de su majestad en las alturas; tanto más encumbrado sobre los ángeles, cuanto más sublime es el nombre que ha heredado. Pues, ¿a qué ángel dijo jamás: «Hijo mío eres tú, hoy te he engendrado», o: «Yo seré para él un padre, y el será para mi un hijo»? Y en otro pasaje, al introducir en el mundo al primogénito, dice: «Adórenlo todos los ángeles de Dios.»

 

Lectura del santo evangelio según san Juan

En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho. En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió. Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz. La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al mundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Éstos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios. Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él y grita diciendo: «Éste es de quien dije: “El que viene detrás de mí pasa delante de mí, porque existía antes que yo.”» Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia. Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.

 

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“El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaba en tierra y sombras de muerte, y una luz les brilló”. Todavía desgraciadamente estamos en tierra y sombras de muerte, de violencia, de guerras y enfrentamientos. Y ahí, en nuestra oscuridad, es donde Dios quiere hacerse presente. Lo curioso es que no se hace presente con un rayo ni tan siquiera con un golpe de puño en la mesa… ¡Dios llora!, llora como niño que pide que lo cuiden, que le atiendan. Es como si le dijera al mundo, “mientras os peleáis y enfrentáis en vuestros asuntos, la vida, lo débil, pide ser cuidado”.

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El Misterio tremendo y fascinante de la Navidad es esta paradoja: Dios vulnerable. El todopoderoso pidiendo ser cuidado. Vulnerable viene del latín “vulnus”, que significa “herida”. Tenemos pues un Dios herido. Herida es lo que está abierto. Dios no ha querido encerrarse en sí mismo, sino herirse, abrirse a los hombres para amarnos más y mejor. Esta imagen del Dios vulnerable nos lleva a hablar de él como nos pide el Papa Francisco: Dios es sufriente como nosotros, compasivo y comprensivo. Nada de lo humano le es ajeno, ¡tenemos un Dios que nos entiende! ¡que nos acompaña hasta en el dolor! También nos acompaña en los gozos de esta vida débil y vulnerable. Más que “Omnipotente” Dios es “Omnimisericorde”, capaz de infinita misericordia. No hay nada que Dios no pueda perdonar, nadie de quien Él no pueda compadecerse. Como dice una canción de Taizé “Dios no puede más que darnos su amor, nuestro Dios es ternura”.

En la misa de Medianoche leemos la carta de Pablo a Tito: “Se ha manifestado la gracia de Dios que trae la salvación para todos los hombres”. Esta fiesta, esta gracia, esta salvación es para todos. No la impondremos jamás fanáticamente a otros, pero no vamos a dejar de anunciar esta alegría, no podemos callarnos algo tan grande. Frente a actitudes hoy frecuentes de competitividad, recelos, desconfianza… Dios nos llama a entrar en esta fraternidad universal, a sentirnos en paz con Él y entre nosotros.

Lucas nos dirá en su evangelio cómo un viaje inesperado a Belén, al censo, terminó felizmente en vida. Pero lo cierto es que “lo recostó en un pesebre, porque no había sitio para ellos”. Cuando Dios quiso venir al mundo no había sitio para él… ¿lo hay hoy? ¿lo hay en mi casa, en mi familia, en mí? Este es el misterio y la belleza de la Navidad. Dios se hace cercano. Se acerca tanto, ¡que ya está entre nosotros! Dice San Agustín “Dios es más íntimo a mí que mi propia yugular”. Dios viene a pasar frío, a hacerse necesitado y menesteroso. ¿Habrá alguien que le dé techo, calor y pan? Haznos pasar también a nosotros Señor, de la omnipotencia a la precariedad que sabe que necesita de los demás. Sobre todo de ti, para existir, para ser de verdad humanos.

Víctor Chacón Huertas, CSsR [/su_box]