Haití chéri

Haití chéri

Haití chéri

 

Del 24 al 30 de abril, AyC volvía a Haití, como lo hace periódicamente, para visitar los proyectos realizados y los que se están llevando a cabo.
Desde hace años Haití es un lugar muy querido por Acoger y Compartir y los Redentoristas. Por eso cada visita tiene mucho de pequeñas alegrías y de herida abierta viendo el sufrimiento de los más pequeños.
Esta vez hemos ido el fotógrafo maño José Garrido y quien firma estas notas. Llegamos a la comunidad redentorista de San Gerardo en Puerto Príncipe, el pasado 24 de abril. Nos acoge el P. Raphael y con él preparamos la agenda para esta semana.

Miércoles: día primero

El primer día llevamos a José a una de las montañas que cercan la capital, Boutilier, pero una densa niebla, seguida de una lluvia torrencial, no le permitió hacer foto alguna.
A las cinco de la madrugada ya no llovía; pero los perros no paraban de ladrar, “kikirear” los gallos, y empezaban a llegar desde las laderas de la ciudad cantos chillones, y prolongados aleluyas de quienes necesitan gritar porque el silencio o la sola palabra les son insuficientes. Sin embargo, en muchos lugares de Puerto Príncipe a esa primera hora de la mañana también se reza silenciosamente.
A José Garrido le impresionó la oración de la comunidad redentorista que rezaba en una pequeña habitación que aún quedó en pie tras el terremoto. José dormía en frente y varias veces me recordó cómo le había impresionado despertarse escuchando que otros estaban orando. Parece incomprensible que, al romper el día, el grito más sonoro en Puerto Príncipe sea ¡aleluya!, quizás, desafinado porque quien canta no cenó o no sabe lo que le depara el nuevo día, pero no renuncia a cantar.
A las 7:30 del miércoles estábamos ya en el colegio san Gerardo. Los pequeños llegaban a la escuela. Todos aseados, algunos limpiándose sus zapatos para entrar a clase con ellos impolutos. José no paraba de hacer fotos. Estaba como en éxtasis.
Acompañados por el director Gilbert Petrop, CSsR. visitamos las instalaciones y pudimos constatar la alegría de estos quinientos niños/as de familias con pocos recursos, beneficiarios de esta escuela construida con las donaciones hechas tras el terremoto por tres ONG redentoristas.
Visitamos también el monumento al lado del colegio, levantado por el barrio a las víctimas del seísmo; ahí yacen sepultados los niños que murieron al hundirse la escuela anterior. Volvimos a la comunidad para iniciar el viaje a Les Cayes. Sobre las nueve ya estábamos intentando salir de la ciudad, pero los arrastres producidos por la lluvia de la noche, habían inutilizado tantas calles que el atasco impedía salir. Estuvimos bloqueados durante casi tres horas.
Finalmente, tras cinco horas de viaje llegamos a Les Cayes, para continuar enseguida hacia Les Anglais y distribuir bolsas de comida a niños de aquella paupérrima zona. Alguien no quería que fuéramos solos por aquellos caminos, y se unieron a nosotros Flaude Merisier y Pierre Lord Raphael. En las bolsas había algo de lentejas, arroz, espaguetis, macarrones y leche. Lo vivido fue tristísimo, como lo es constatar la realidad de unos niños que no comen todos los días. Antes del anochecer regresamos a Les Cayes con las imágenes tristes de la tarde y un corazón aún más triste después de lo vivido.

Jueves: segundo día

El jueves visitamos la escuela de Fonfrede. Los niños cantaron y aplaudieron. El diácono y director pedagógico, Wily François, nos llevó a ver la zona devastada por el huracán Mattew. Dialogamos sobre algunos aspectos para mejorar el funcionamiento de la escuela y se comprometieron a presentar un proyecto que recupere los espacios dañados.
Continuamos viaje hacia la escuela de Chateau, en la sierra. Nos esperaban el director del colegio Jean Claudel Pierre, el diácono Georges Nole Gustave (director pedagógico), los profesores y el comité de padres. Al mediodía tuvimos la inauguración de las nuevas aulas. La celebración fue sencilla. Saludos y palabras de agradecimiento para los amigos españoles de AyC por parte de un joven, de un padre de familia y también de Mons. Wily Romelus, obispo emérito de Jeremie, presente en el acto a las que respondió José Miguel. Cantos, oraciones y el regalo de un cáliz enviado desde Alemania por nuestro amigo Michael Meller. Hubo, también, camisetas para los más pequeños.
Terminamos la mañana con una sencilla comida en la casa parroquial. Fue una sorpresa la llegada de Gina, ahora Hermana Gina, una joven a la que AyC ayudó en la familia de acogida y en sus estudios. Nos informó que va como misionera a Perú. Me dijo “He tenido muy claro ante el Señor, que yo también quería hacer con mi vida lo que han hecho conmigo, ayudar a los demás”. Un grupo de profesoras nos da las gracias por la ayuda del curso pasado, pero nos recuerdan que las cosas no han ido a mejor; y entre rubores nos piden que repitamos el gesto, porque no pasan de la mitad del mes.
De regreso al lugar donde estamos residiendo pasamos por Gentillote, la aldea en la que hemos ayudado a perforar un pozo. Se ha construido ya el depósito e instalado el grifo para la distribución del agua, sólo falta la conexión para que la población pueda contar con agua potable.

El tercer día: viernes

El viernes visitamos el dispensario del Sagrado Corazón, reconstruido tras el terremoto con la ayuda de las cenas de solidaridad, el grupo de Zaragoza y las Hermanas de la Consolación. Fue un momento especial para nuestro fotógrafo encontrar referencias al grupo de Zaragoza, y ver el servicio que está desarrollando el dispensario entre enfermos con escasos recursos. Nos piden ayuda para hacer una habitación más que pueda servir de farmacia.
Reemprendíamos tan felices la vuelta hacia Puerto Príncipe cuando llegando a Petit Goave nos topamos con un piquete que bloqueaba la carretera reivindicando mejoras sociales. En otra ocasión ya tuvimos esta experiencia y no fue nada positiva, así que seguimos las indicaciones de Flaude que nos hizo desviarnos para por otro camino. Esa noche pudimos dormir en Puerto Príncipe sin escuchar ningún tiroteo.
Sábado: culminando la tarea
El sábado fue el día del orfanato en Damabiah. Encontramos a los niños mucho mejor. ¡Es el resultado de comer todos los días! Los setenta peques se volvieron como locos con los zapatos y sandalias que les entregamos. También aquí los voluntarios que hacen de profesores piden alguna ayuda económica porque la situación “está muy mal”. Con el nuevo gobierno no han mejorado las cosas, ni tampoco la seguridad.

Domingo, último día: ¡ojalá, Señor, ojalá!

El programa del domingo fue ir a Boutilier a celebrar la eucaristía. En el camino, subiendo una de las empinadas cuestas, explotó el radiador de nuestro coche. Nos salvó el mecánico Dadou. Llegamos a la capilla una hora más tarde, pero allí estaban los buenos feligreses esperando. El salmo 21 de ese domingo dice: “Los desvalidos comerán hasta saciarse”. Y en nuestra oración brotaba un ¡ojalá, Señor, ojalá!
Esa noche volvieron los truenos y la ruidosa lluvia. Ya habíamos preparado la maleta y una posible salida alternativa si se suspendían los vuelos, pero el lunes, antes de salir el sol, ya estábamos en el aeropuerto para iniciar el regreso a Madrid.

José Miguel de Haro (AyC)