Más que justicia

Más que justicia

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles:

En aquellos días, Pedro dijo a la gente: «El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, al que vosotros entregasteis y rechazasteis ante Pilato, cuando había decidido soltarlo. Rechazasteis al santo, al justo, y pedisteis el indulto de un asesino; matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos, y nosotros somos testigos. Sin embargo, hermanos, sé que lo hicisteis por ignorancia, y vuestras autoridades lo mismo; pero Dios cumplió de esta manera lo que había dicho por los profetas, que su Mesías tenía que padecer. Por tanto, arrepentíos y convertíos, para que se borren vuestros pecados.»

Salmo 4

R/. Haz brillar sobre nosotros la luz de tu rostro, Señor

Escúchame cuando te invoco,
Dios, defensor mío;
tú que en el aprieto me diste anchura,
ten piedad de mí y escucha mi oración. R/.

Hay muchos que dicen:
«¿Quién nos hará ver la dicha,
si la luz de tu rostro
ha huido de nosotros?» R/.

En paz me acuesto
y en seguida me duermo,
porque tú solo, Señor,
me haces vivir tranquilo. R/.

Lectura de la primera carta del apóstol san Juan:

Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Pero, si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el Justo. Él es víctima de propiciación por nuestros pecados, no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero.
En esto sabemos que lo conocemos: en que guardamos sus mandamientos. Quien dice: «Yo lo conozco», y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso, y la verdad no está en él. Pero quien guarda su palabra, ciertamente el amor de Dios ha llegado en él a su plenitud. En esto conocemos que estamos en él.

Lectura del santo evangelio según san Lucas:

En aquel tiempo, contaban los discípulos lo que les había pasado por el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan.
Estaban hablando de estas cosas, cuando se presenta Jesús en medio de ellos y les dice: «Paz a vosotros.»
Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma.
Él les dijo: «¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo.»
Dicho esto, les mostró las manos y los pies.
Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo: «¿Tenéis ahí algo que comer?»
Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos.
Y les dijo: «Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que cumplirse.»
Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras.
Y añadió: «Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día, y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto.»

[box] Más que justicia

Tercer domingo de Pascua, tercera oportunidad de buscar la auténtica Alegría de la Pascua y salir de tanta alegría mediocre y pasajera. La resurrección hace temblar los cimientos de la tierra y de cualquier cristiano que la tome en serio: Dios resucita a su Hijo y abre la esperanza de una Vida plena futura, pero no elimina el mal de nuestro mundo, no puede hacerlo. Rompería su pacto de dejarnos ser libres y elegir incluso el mal, lo diferente a Él. Sin embargo hace algo mucho más valioso: nos ayuda a tener la fuerza, el valor y el arrojo para luchar por cambiar todos los males de nuestro mundo, y nos deja mirarlos desde otra perspectiva, sabiendo que son mucho más pequeños de lo que a veces nos parecen.
Pedro le dice al pueblo algo que aún hemos de tomarnos en serio: “Rechazasteis al justo y pedisteis el indulto de un asesino”. Algo que se repite tristemente hoy día. Siguen muriendo muchos, muchísimos inocentes (de hambre, en guerras, en luchas fratricidas, perseguidos…). Y siguen liberándose muchos, demasiados, culpables y asesinos. Es el dantesco panorama que nos rodea, nos guste más o menos. A nosotros nos resulta muy fácil y cómodo vivir la fe, pero a muchos cristianos ahora, en Oriente Medio, en África, en China… les sale muy caro y costoso. Les cuesta la vida o la salud. Pedro nos deja penunnsativos… y trae en medio de la desesperación una buena noticia: Adonde no llega la justicia humana ni la esperanza humana, llega la fe, llega el amor de Dios y llega la Resurrección de Cristo. Esos cristianos perseguidos ni se plantean renunciar a su fe, porque lo que más les hace seguir adelante sin miedos y con esperanza es su propia fe. ¿Valoramos y cuidamos nosotros tanto nuestra fe? ¿O se ha convertido para nosotros en un pasatiempo o un anestésico que me evade de una realidad que no me gusta?
San Juan nos recuerda la tranquilidad más absoluta que tenemos los creyentes. “Si alguno peca, tenemos un abogado defensor: Jesucristo”. Dios está de nuestro lado. No es Dios el que acusa, sino el que defiende, acompaña y camina a nuestro lado. ¿Cómo no estar tranquilos? ¿Cómo no agradecer la presencia de este Dios compasivo? Pero esa tranquilidad de tener a Dios al lado, es exigencia y compromiso de “darlo todo a quien Todo nos lo dio”. Como dicen mis mañicos de confirmación “a full”, del todo. Así nos pide Dios vivir la vida, con totalidad. Pues “quien dice: «Yo lo conozco», y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso, y la verdad no está en él. Pero quien guarda su palabra, ciertamente el amor de Dios ha llegado en él a su plenitud”.
Los discípulos seguían con miedo, encerrados, buscando la comodidad del anonimato… no querían identificarse como cristianos, como seguidores de ese tal Jesús. Y en esto llega Jesús y les dice: «¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo.» Y les recordó a todos porqué creían en él. Él vino a librarnos de miedos, a disipar dudas, a cancelar nuestro pecado e infelicidad. A hacernos vivir “a full” y no mediocremente. Sentid su invitación en este domingo: “palpadme” y responded con valentía, como los miles de cristianos perseguidos.
Víctor Chacón Huertas, CSsR [/box]