Testimonio de Antonio Puerto ante su ordenación como diácono

Testimonio de Antonio Puerto ante su ordenación como diácono

¿Tienes un minuto? Te cuento. ¡Mañana me ordenan diácono! Muchos me habéis preguntado qué me pasará por la cabeza cuando esté tumbado en el suelo y todos oren con las letanías. Sin duda será un momento especial, mágico. Yo lo supe en Belice el año pasado, lo anoté, lo embellecí y ahora te lo comparto:

El corazón se encogerá en el pecho y un porqué sin respuesta se perderá en la cabeza. Recordaré cómo viven, sus casas, sus familias, … Recordaré a los niños con camisetas rotas, destrozadas, que juegan sumergidos en melancolía a ser mayores…

Impresiona cómo un paraíso exótico lleno de encantos tiene también sus infiernos silenciosos o silenciados, entre campos de bananos y de naranjos. [Aunque esto de lo que hablo no es cosa sólo de Belice, sólo hay que mirar a nuestro lado. Familias que malviven y ni tan siquiera les queda el paro].

Y cómo me sentiré allí tumbado: acogido, emocionado y también tonto afortunado que en la vida imaginé que viviendo como vivo otros malviven explotados. Indignado ante las injusticias sociales que hunden sus raíces en el desgobierno del Estado que lejos de ciudadanos libres, por dinero hace esclavos con nombres propios, historias y ojos cansados que no gritan por miedo a perder lo que no han ganado.

El día que me ordenen servidor, diacono, sus rostros irán pasando mientras en el suelo, postrado, la comunidad vaya orando y estén lejos o cercanos podré sentir esa misma tierra entre mis manos; y las letanías hechas canto del pueblo que entre acordes de guitarra su dolor va olvidando.

No quiero olvidar que por ellos y ellas Dios me ha llamado. No a la lucha violenta, a la guerrilla o sindicato, sino a acompañar a un pueblo y a anunciarlo: con esperanza alegre y como Reino de justicia que en tu misericordia se va formando.

Es por esto que quiero ser servidor, ser diácono y hacerme un hueco en los hogares pobres y marginados como el Perpetuo Socorro de María que desde una estampita, medalla o almanaque todos los días del año a esta gente humilde va siempre acompañando.

Antonio Puerto - Perpe