10 May 5º DOMINGO DE PASCUA
Hechos 6, 1-7.
En aquellos días, al crecer el número de los discípulos, los de lengua griega se quejaron contra los de lengua hebrea, porque en el servicio diario no se atendía a sus viudas. Los Doce, convocando a la asamblea de los discípulos, dijeron:
«No nos parece bien descuidar la Palabra de Dios para ocuparnos del servicio de las mesas. Por tanto, hermanos, escoged a siete de vosotros, hombres de buena fama, llenos de espíritu y de sabiduría, y los encargaremos de esta tarea; nosotros nos dedicaremos a la oración y al servicio de la palabra».
La propuesta les pareció bien a todos y eligieron a Esteban, hombre lleno de fe y de Espíritu Santo; a Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Parmenas y Nicolás, prosélito de Antioquia. Se los presentaron a los apóstoles y ellos les impusieron las manos orando.
La Palabra de Dios iba creciendo y en Jerusalén crecía mucho el número de discípulos; incluso muchos sacerdotes aceptaban la fe.
Salmo 32.
QUE TU MISERICORDIA, SEÑOR,
VENGA SOBRE NOSOTROS, COMO LO ESPERAMOS DE TI.
Aclamad, justos al Señor,
que merece la alabanza de los buenos.
Dad gracias al Señor con la cítara,
tocad en su honor el arpa de diez cuerdas.
La palabra del Señor es sincera,
y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra.
Los ojos del Señor están puestos en quien lo teme,
en los que esperan su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre.
1 Pedro 2, 4-9.
Queridos hermanos:
Acercándoos al Señor, la piedra viva rechazada por los hombres, pero elegida y preciosa pera Dios, también vosotros, como piedras vivas, entráis en la construcción de una casa espiritual para un sacerdocio santo, a fin de ofrecer sacrificios espirituales agradables a Dios por medio de Jesucristo. Por eso se dice en la Escritura:
«Mira, pongo en Sión una piedra angular, elegida y preciosa; quien cree en ella no queda defraudado».
Para vosotros, pues, los creyentes, ella es el honor, pero para los incrédulos «la piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular», y también «piedra de choque y roca de estrellarse»; y ellos chocan al despreciar la palabra. A eso precisamente estaban expuestos.
Vosotros, en cambio, sois un linaje elegido, un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo adquirido por Dios para que anunciéis las proezas del que os llamó de las tinieblas a su luz maravillosa.
Juan 14, 1-12.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Que no se turbe vuestro corazón, creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no, os lo habría dicho, porque me voy a prepararos un lugar. Cuando vaya y os prepare un lugar, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino».
Tomás le dice: «Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?»
Jesús le responde: «Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí. Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto».
Felipe le dice: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta».
Jesús le replica: «Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: “Muéstranos al Padre”? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace las obras. Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre en mí. Si no, creed a las obras.
En verdad, en verdad os digo: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores, porque yo me voy al Padre».
SOMOS IGLESIA DE JESÚS PARA LA VIDA DEL MUNDO.
Las lecturas de este domingo se prestan a una reflexión densamente eclesiológica.
En la Carta de San Pedro se nos ofrece una de las más bellas descripciones de la Iglesia como pueblo sacerdotal y templo de Dios. La Iglesia es una construcción espiritual al estar edificada y habitada por el Espíritu Santo.
Nosotros somos piedras vivas de la Iglesia por el bautismo, primera experiencia pascual que nos deja marcados para siempre con las señales del resucitado. Dios nos ha adquirido con la sangre de su Hijo, piedra angular de todo el edificio de la Iglesia. Dependemos de Jesús. Él es nuestro apoyo, la roca sobre la que ofrecemos a Dios los sacrificios espirituales de cada día: trabajo, familia, compromisos… Somos pueblo sacerdotal.
Proyectamos así la Iglesia como plataforma de servicio. Los Hechos de los Apóstoles descubren la crisis de crecimiento en la comunidad de Jerusalén y las tensiones consiguientes entre cristianos judíos y helenistas, más sensibles a las necesidades del prójimo y menos adictos al templo y a la ley de Moisés. En la comunidad de Jesús todo es servicio: servicio de la Palabra, servicio de la oración, servicio de las mesas. Todos somos servidores, empezando por los responsables de la comunidad. Jesús, desde la cruz, es la referencia máxima del servicio total.
Es muy bueno respirar un sano pluralismo en nuestras comunidades dentro de una no menos importante unidad en la fraternidad: “Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo…” y una misma Eucaristía, aglutinante de grupos y diferencias. Pero nosotros y toda nuestra acción referidos a Jesús, único camino, verdad y vida.