Agua

Agua

Cuando celebramos el Bautismo de Jesús también recordamos nuestro propio bautismo. Es momento de revivir lo que la mayoría de nosotros tenemos solo en formatos solo en formato en papel o en formato digital.

Es nuestro segundo nacimiento. El momento puntual que se expande hacia un futuro y hace que el presente se cristalice en esperanza.

No es solo una identidad o un rol. Es la acción del Espíritu que sigue siendo actor y protagonista en nuestras vidas, con nosotros y no a pesar de nosotros.

Dejarse habitar no es sencillo. Son tiempos recios para dejar que alguien dé una palabra sobre ti o sobre nosotros. Son tiempos de búsqueda de identidades férreas y más o menos estancas en los que es muy complicado dejarse hacer por otros que son distintos a mí o a nosotros. Pero resulta que el Espíritu es lo más diferente a nosotros mismos. Por ello no caben las identidades férreas, intolerantes y excluyentes que hoy tanto aparecen, también al interior de nuestras comunidades.

El Espíritu es adaptación y libertad, rehacer indefinidamente aquellas seguridades que solo crean separación y heridas. Soplo hermoso que no sorprende y nos descentra (tan necesario). Capacidad de vivir a la intemperie de cara a los otros y yendo a donde no queremos ir porque otro nos ciñe, incomodidad preciosa que nos hace más del Reino y más de los frágiles.