Beatificación Conchita Barrecheguren

Beatificación Conchita Barrecheguren

El sábado 6 de mayo tendrá lugar en la Catedral de Granada la Beatificación de la Venerable Sierva de Dios, Conchita Barrecheguren, hija del también Venerable, P. Francisco Barrecheguren, Misionero Redentorista. Esta Beatificación supone que la Santa Iglesia, además de reconocer la ejemplaridad de vida cristiana de Conchita, también permite que se le pueda invocar en público y pedir su intercesión. Que ella presente al Señor nuestras necesidades y su ejemplo nos disponga para poder repetir sus palabras: “Mi amor, un Dios crucificado. Mi fortaleza, la Eucaristía. Mi refugio, los brazos de la Virgen. Mi deseo, amar más a Jesús”.

Esta Beatificación quiere presentar a Conchita como “Una joven santa para la Iglesia de hoy”. Son cuatro palabras elocuentes:

Joven

La vida de Conchita fue breve. No llegó a cumplir veintidós años y, pese a ello, tuvo tiempo suficiente para hacerse y construirse como mujer; y como mujer cristiana.

Fue una joven que se atrevió a vivir en y para Dios, conformándose siempre con su voluntad. No desaprovechó oportunidades e intentó vivir lo esencial, apartándose de aquello que podía conducirla a la evasión. Su ejemplo ayuda a realizar una lectura positiva de las propias contrariedades y sufrimientos, aceptarlas con resignación y descubriendo en ellas la voluntad de Dios. Su llamativa fortaleza, su extraordinaria esperanza y su fe atrevida puede empujar a los jóvenes a vivir una fe, que dé sentido a su vida y a tener una fe cada vez más arraigada en la vida de Cristo.

Santa

Conchita es una mujer equilibrada y capaz de afrontar los desafíos de su vida, especialmente su tuberculosis, que era una enfermedad prácticamente terminal en su tiempo. Su experiencia de fe resulta curativa, porque le ayuda a su integración personal y a sobreponerse ante la adversidad. Igualmente, llama la atención su precocidad espiritual. Así, por ejemplo, con motivo de su Primera Comunión ya se firma como Conchita de Jesús; y, a partir de ahí, no existe en su vida cotidiana ningún titubeo: siempre será de y para Jesús.

Iglesia

La fe de Conchita es eficaz y práctica. Pero ella no es una “profesional” del mundo religioso. Tampoco tiene una cualificación o tarea especial. Estamos ante una simple cristiana del montón y en un momento histórico, donde todavía los laicos no tienen un reconocimiento explícito en la vida de la comunidad cristiana. Para que eso surja tendrá que celebrarse el gran Concilio Vaticano II. Conchita resulta una referencia creyente y como seglar que asume su responsabilidad dentro de la Iglesia.

Por su ser cristiana llamó la atención. Supo vivir el dinamismo de su Bautismo y se preocupó de anunciar a Jesucristo con su palabra, mediante las catequesis en las que participa o que organiza; invitando a los pobres a comer en su mesa; cosiendo en el ropero de los pobres y al cuidado de las parroquias más necesitadas. Su vida cotidiana y pública es un puro testimonio coherente con su fe. Como misionera, se siente parte de la Iglesia; de una comunidad abierta, plural y universal. No se reduce a unos límites establecidos y sabe estar dentro de la Iglesia, no restringida a un grupo, a unos territorios delimitados o a unas prácticas establecidas.

Hoy

Conchita fue una mujer de su tiempo, que no ha perdido actualidad. Vivió con los pies en la tierra, en el momento que le tocó vivir y lo hizo intensamente: no tuvo añoranzas desfasadas; tampoco un conformismo resignado con un presente que busca imponerse. Tiene certezas recibidas, que le garantizan su autoconstrucción personal, y disiente con libertad asombrosa de supuestos logros que parecen distracciones de aquello que ha descubierto como esencial para su vida

La referencia y propuesta de vida cristiana que aporta Conchita a la vida de la Iglesia tiene algunos matices propios:

En un contexto de dificultad para creer, y, más aún, en nuestra realidad europea, Conchita hace una oferta de fe decidida, confiada y segura. Frente a toda dificultad, se mantiene fiel y sin variar nunca su opción creyente. Si algo tiene su fe, es firmeza, estabilidad y permanencia.

En un tiempo de crisis para la institución familiar, ella es referencia del modo en que la familia cristiana ofrece un espacio inmejorable de crecimiento, maduración y equilibrio humano. La familia es un ámbito de sanación emocional y de santidad. Conchita siempre agradecerá y recordará cuántas cosas debe a su familia.

En un momento de crisis vocacional y de ausencia de estima por la vida religiosa y sacerdotal, Conchita ofrece no sólo su aprecio por dichos modos de vida, sino, sobre todo, el extraordinario fruto que supone la vocación religiosa, sacerdotal y misionera de su mismo padre. Todo cuanto el P. Barrecheguren vivió al lado de su hija, le dispuso para realizar su opción final. Todo cuanto vivió Conchita, contó con la compañía, el testimonio, el apoyo y la referencia de la fe y vida cristiana de su padre. Así, la vocación del P. Barrecheguren fue el mejor regalo de Conchita a su padre y de su padre a Conchita. Su estima por el sacerdocio, que le acompaña toda su vida, le hace vivir fuertemente la dimensión sacerdotal de su propio bautismo, y sabe realizar la ofenda personal de su vida entera a Dios, por medio de Jesucristo. Es decir, asume responsable y conscientemente, la Cruz de Jesucristo y hace de su vida, de sus dolores y dificultades, una oblación en comunión con el sacrificio del Señor.

Laica redentorista

Conchita es un fruto de la Iglesia y, sin la iglesia, sería imposible hablar de la ella. Su recuerdo sirve para manifestar la vitalidad eclesial. Ella cuenta con el acompañamiento espiritual de confesores redentoristas, principalmente del P. Tomás Vega, formados en la benignidad pastoral de San Alfonso. En consecuencia, es un fruto maduro de las intuiciones espirituales, morales, pastorales y misioneras del Santo Doctor de la Iglesia. Así, el proceso vital y cristiano de Conchita es resultado, altamente satisfactorio, de la propuesta moral y espiritual redentorista. Pero además, ella vivió su fe en el Santuario granadino de Ntra. Sra. del Perpetuo Socorro de Granada, cantó en su coro, perteneció a la Archicofradía de la Virgen y a su Súplica Perpetua, asistía a los Jueves Eucarísticos y participó en algunas de las Misiones Populares que se realizaron en parroquias de Granada. La espiritualidad de Conchita, se nutre también de la referencia carmelitana de Santa Teresita del Niño Jesús, igualmente Doctora de la Iglesia. Pero no se puede ignorar, que la espiritualidad de San Alfonso, también tiene un fuerte apoyo en la enseñanza de Santa Teresa de Ávila.

En el proceso Canonización de Conchita se dice que su espiritualidad se puede sintetizar con estas tres palabras: amar, sufrir y rezar. En las tres descubrimos la influencia alfonsiana y redentorista de sus directores espirituales. Sobre el amor, tenemos la importante referencia del maravilloso libro de San Alfonso, titulado ”Práctica del amor a Jesucristo”. Acerca del sufrimiento, como forma de participar en la Cruz del Redentor, tenemos los numerosos escritos y meditaciones del mismo Santo y Doctor de la Iglesia sobre la Pasión de Jesucristo. Con respecto a la oración, hay que referirse a otros dos libros de San Alfonso: ”El gran medio de la oración” y ”El trato familiar con Dios”. Todos estos libros nos constan que estaban en la biblioteca de Conchita.

La espiritualidad de Conchita está centrada en la Cruz y en la Eucaristía. Tal vez, con respecto a la Eucaristía, también convenga recordar el maravilloso libro de San Alfonso sobre las Visitas al Santísimo. Algo que, además, fue una práctica cotidiana en la vida de Conchita y de su padre.

Por último, hay que constatar como extraordinario en Conchita, la seriedad con que asume su trabajo interior de crecimiento. Se sabe en camino de santidad y se apoya en la referencia de los Santos, especialmente Santa Teresita, que realizaron el mismo camino antes. Es un camino que da buenos resultados y Conchita quiere alcanzarlos. Así lo asegura ella misma.

Conchita no buscó, ni vivió cosas llamativas. Simplemente fue cristiana en su vida diaria. Con su fe, respondió a las dificultades cotidianas y a los desafíos que se le presentaban. Quienes la conocieron y la descubren, saben estimarla y aprecian la evidente madurez y firmeza de su fe. Sus pocas palabras y su modo de afrontar la vida fueron, y siguen siendo, un estímulo para muchos. Y desde el próximo 6 de mayo, su santidad “de la puerta del al lado” (cf Gaudete et exultate, 6-9) está no solo respaldada por la devoción y cariño del pueblo cristiano, sino también por la ratificación de la Santa Iglesia.

F. Tejerizo, CSsR