19 Dic Con la fuerza de Dios
Lectura del segundo libro de Samuel
Natán respondió al rey: «Ve y haz cuanto piensas, pues el Señor está contigo.»
Pero aquella noche recibió Natán la siguiente palabra del Señor: «Ve y dile a mi siervo David: “Así dice el Señor: ¿Eres tú quien me va a construir una casa para que habite en ella? Yo te saqué de los apriscos, de andar tras las ovejas, para que fueras jefe de mi pueblo Israel. Yo estaré contigo en todas tus empresas, acabaré con tus enemigos, te haré famoso como a los más famosos de la tierra. Daré un puesto a Israel, mi pueblo, lo plantaré para que viva en él sin sobresaltos, y en adelante no permitiré que los malvados lo aflijan como antes, cuando nombré jueces para gobernar a mi pueblo Israel. Te pondré en paz con todos tus enemigos, y, además, el Señor te comunica que te dará una dinastía. Y, cuando tus días se hayan cumplido y te acuestes con tus padres, afirmaré después de ti la descendencia que saldrá de tus entrañas, y consolidaré su realeza. Yo seré para él padre, y él será para mí hijo. Tu casa y tu reino durarán por siempre en mí presencia; tu trono permanecerá por siempre.»
Salmo
Cantaré eternamente las misericordias del Señor,
anunciaré tu fidelidad por todas las edades.
Porque dije: «Tu misericordia es un edificio eterno,
más que el cielo has afianzado tu fidelidad.» R/.
«Sellé una alianza con mi elegido,
jurando a David, mi siervo:
“Te fundaré un linaje perpetuo,
edificaré tu trono para todas las edades.”» R/.
Él me invocará: «Tú eres mi padre,
mi Dios, mi Roca salvadora.»
Le mantendré eternamente mi favor,
y mi alianza con él será estable. R/.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Lucas
En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María.
El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.»
Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél.
El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.»
Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?»
El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible.»
María contestó: «Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.»
Y la dejó el ángel.
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Con la fuerza de Dios
Ya casi alcanzamos nuestra meta un Adviento más. Muchas cosas nos hablan ya de Navidad en nuestro entorno: luces, prisas, regalos, felicitaciones y buenos deseos… aunque no todos se atreven a descubrir el verdadero motivo de la Navidad. Muchos se despachan contentos con un ramplón “felices fiestas”. A esas “fiestas” nosotros les ponemos nombre, rostro y corazón: Jesucristo.
– Cuenta Samuel en su segundo libro que al gran rey David se le removió algo de pensar que mientras él tenía su palacio, Dios habitaba en una tienda. Natán será el profeta que le confirme en la rectitud de su intención: “Ve y haz cuanto piensas, pues el Señor está contigo”. Cuando nos preocupamos por Dios, por el lugar que ocupa en nuestro mundo, nos dice Natán que recibimos su bendición como David. “Yo estaré contigo en todas tus empresas, acabaré con tus enemigos, te haré famoso como a los más famosos de la tierra”. Nuestra relación con Dios debe ser relación de verdadera familiaridad y amor, cuidar a nuestro Padre y recibir también su cariño y protección.
– Para Pablo solo hay una verdad plena: Jesucristo. “la revelación del misterio mantenido en secreto durante siglos y manifestado ahora en los escritos proféticos, dado a conocer…”. Jesús nos revela un secreto -según dice Pablo- muy bien guardado. Cristo Jesús nos ayuda a tocar a Dios, a palparlo, a sentirlo y evidenciarlo. El mensaje de los profetas que estaba encriptado, se revela en la persona de Jesús por fin claro. Dios es cercano a su pueblo. Dios es de carne y hueso. Dios camina con su pueblo, y se mantiene siempre cercano a todos, “para traer a todas las naciones a la obediencia (escucha, en su sentido etimológico) de la fe”.
El Evangelio de Lucas nos presenta la escena siempre sorprendente y sublime de la Anunciación del mensajero de Dios a María. El diálogo nos es de sobra conocido. Y es contado con la forma de un relato clásico de vocación. Dios se manifiesta a una de sus criaturas y le pide algo; ésta se ve incapaz, limitada, inadecuada; y él refuerza su llamada y su envío. Así ocurrió también con María. En la Anunciación volvemos a contemplar la grandeza de Dios y la pequeñez humana. Dios nos rompe los planes y sobrepasa toda idea preconcebida sobre cómo debía manifestarse o revelarse a los hombres. Nadie en su sano juicio apostaría por un “rebajarse” y asumir lo humano hasta sus últimas consecuencias. Y aunque lo hiciera, nunca creería que Dios iba a nacer en el poblacho de Belén, al menos en Roma. Y aunque acertara aquello, situaría al Hijo de Dios en una familia noble e importante no entre dos prometidos aun no desposados. Y sin embargo fue así. Dios rompe nuestros esquemas. Y nosotros seguimos sintiéndonos incapaces. Pero ojalá que con la promesa de su Espíritu, con su fuerza, digamos como María “HÁGASE TU VOLUNTAD, NO LA MÍA”. María fue capaz y generosa para cambiar su vida y hacerla al ritmo de Dios, “a Su modo”. ¿Seremos nosotros también capaces de escuchar y responder así en aquello que Él nos pida?
Víctor Chacón Huertas, CSsR [/box]