Cueva de Valporquero

Cueva de Valporquero

La cueva se encuentra en la pedanía de Valporquero de Torío, en la vertiente sur de la Cordillera Cantábrica, al norte de la provincia de León.

La Cueva de Valporquero abrió sus puertas al público en 1966 después de una gran área de acondicionamiento e iluminación llevada a cabo por la Diputación de León, y bajo la gestión de esta institución, ofrece a los visitantes la oportunidad de adentrarse en el corazón de la montaña y disfrutar del paisaje de estalactitas, estalagmitas, columnas que, a lo largo de miles de años el agua ha ido esculpiendo de forma lenta pero constante hasta conformar el paisaje único que ofrece esta Catedral subterránea en el corazón de la montaña leonesa.

La Cueva de Valporquero representa un viaje al centro de la tierra, título de una obra de Julio Verne que fue rodada en este espacio único.

Declarada por la UNESCO en 2005 la Reserva de la Biosfera de los Argüellos, es una zona de especial valor por la importancia de la flora y la fauna cantábrica y por las peculiares formaciones geológicas que componen un entramado de sorprendentes cuevas como las de Valporquero, Llamazares o Barredo, espectaculares hoces creadas en la caliza por la acción de los ríos, como las de Vegacervera, Valdeteja y profundos barrancos que ayudan a comprender los procesos geológicos de la Cordillera Cantábrica.

Hace más de un millón de años, en el Pleistoceno de la era Cuaternaria, cuando el hombre iniciaba su andadura por la Tierra, las frías aguas del arrollo de Valporquero empezaron a colarse a través de los poros, fisuras y grietas de la roca caliza disolviendo sus entrañas lenta y tenazmente. Se abrió el corazón de la montaña leonesa para descubrirnos las ocultas e increíbles maravillas subterráneas.

Dimensiones inesperadas y volúmenes descomunales van abriendo un sendero repleto de luces y sombras, permitiéndonos admirar miles de estalactitas, estalagmitas, coladas y columnas de diferentes brillos y colores que se suceden a lo largo de las salas visitables.

 

Por: Pilar Rodríguez para nuestra revista Icono.

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