Discípulos en la escuela del Espíritu

Discípulos en la escuela del Espíritu

Lo dice Jesús a sus discípulos: “Si me amáis, guardaréis mis mandamientos”. Lo que tal vez no llegues siquiera a sospechar es que, para cumplir “los mandamientos de Jesús”, necesitamos tener el Espíritu de Jesús.

Apenas se le menciona, y en nada de lo que ves se le ve; y, sin embargo, Él está en todo, en todos, y todo lo hace posible, y todo lo llena. Ahora volvemos a ti, Iglesia cuerpo de Cristo, a ti y a cada uno de nosotros, tus hijos. y esto es lo que nos recuerda el Apóstol en su carta: “Nadie puede decir ‘Jesús es Señor’, si no es bajo la acción del Espíritu Santo”.

Aunque te sorprenda, esa es la realidad: Nadie puede creer si no es bajo la acción del Espíritu Santo; no podemos ser transformados, de modo que vivamos en Cristo y Cristo viva en nosotros, si no es por la acción del Espíritu Santo; nadie es enviado a evangelizar a los pobres si no es ungido por el Espíritu Santo; nadie puede ser hijo de Dios si no tiene el Espíritu de Cristo Jesús.

De ahí que ya no te sorprenda si alguien te dice que el Hijo de Dios se hizo hombre -que “la Palabra se hizo carne”- para que el hombre recibiese el Espíritu de Dios -para que el “hombre se hiciera de Dios”-. Y encuentras del todo natural que el misterio de la Pascua de Cristo sea misterio de glorificación de Jesús y, al mismo tiempo, sea misterio de efusión del Espíritu sobre la humanidad nueva, sobre los que creen en Cristo, sobre el cuerpo de Cristo que es la Iglesia.

(…)

Del Señor resucitado, aquellos discípulos, que se protegían de sus miedos en una casa con las puertas cerradas, estaban recibiendo otro Defensor que iba a estar siempre con ellos. Ese Defensor será también el Maestro que les enseñará a ofrecerse con Jesús, a perderse a sí mismos con Jesús.

En la escuela del Espíritu, los discípulos aprendemos a guardar los mandamientos del Señor, a amar como Jesús nos ama, a servir como Jesús sirve, a ser como Jesús un pan sobre la mesa de los pobres.

Sólo en la escuela del Espíritu podemos aprender a ser uno, a ser Jesús; sólo su Espíritu puede hacer de nosotros una imagen viva de Cristo Jesús.

Recibido el Espíritu Santo, empieza la misión de la Iglesia, nuestra misión -pero no salgas jamás de la escuela, no dejes de aprender a Jesús-.

 

Por: Santiago Agrelo, franciscano español, arzobispo emérito de Tánger, para nuestra revista Icono de julio-agosto.

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