Id al mundo entero

Id al mundo entero

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles:
En mi primer libro, querido Teófilo, escribí de todo lo que Jesús fue haciendo y enseñando hasta el día en que dio instrucciones a los apóstoles, que había escogido, movido por el Espíritu Santo, y ascendió al cielo. Se les presentó después de su pasión, dándoles numerosas pruebas de que estaba vivo, y, apareciéndoseles durante cuarenta días, les habló del reino de Dios.
Una vez que comían juntos, les recomendó: «No os alejéis de Jerusalén; aguardad que se cumpla la promesa de mi Padre, de la que yo os he hablado. Juan bautizó con agua, dentro de pocos días vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo.»
Ellos lo rodearon preguntándole: «Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?»
Jesús contestó: «No os toca a vosotros conocer los tiempos y las fechas que el Padre ha establecido con su autoridad. Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines del mundo.»
Dicho esto, lo vieron levantarse, hasta que una nube se lo quitó de la vista. Mientras miraban fijos al cielo, viéndolo irse, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: «Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo volverá como le habéis visto marcharse.»
Salmo 46
R/. Dios asciende entre aclamaciones;el Señor, al son de trompetas
Pueblos todos batid palmas,
aclamad a Dios con gritos de júbilo;
porque el Señor es sublime y terrible,
emperador de toda la tierra. R/.Dios asciende entre aclamaciones;
el Señor, al son de trompetas;
tocad para Dios, tocad,
tocad para nuestro Rey, tocad. R/.

Porque Dios es el rey del mundo;
tocad con maestría.
Dios reina sobre las naciones,
Dios se sienta en su trono sagrado. R/.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios:
Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo. Ilumine los ojos de vuestro corazón, para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos, y cuál la extraordinaria grandeza de su poder para nosotros, los que creemos, según la eficacia de su fuerza poderosa, que desplegó en Cristo, resucitándolo de entre los muertos y sentándolo a su derecha en el cielo, por encima de todo principado, potestad, fuerza y dominación, y por encima de todo nombre conocido, no sólo en este mundo, sino en el futuro. Y todo lo puso bajo sus pies, y lo dio a la Iglesia como cabeza, sobre todo. Ella es su cuerpo, plenitud del que lo acaba todo en todos.

Conclusión del santo evangelio según san Marcos:

En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: «ld al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en m¡ nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos.»
Después de hablarles, el Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos se fueron a pregonar el Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban.

[su_box title=”“No os quedéis ahí mirando””]Desde luego estaba iluminado el que les espetó semejante frase a los discípulos que contemplaban entre la tristeza y la rabia la marcha de Jesús. Nadie se compadeció de ellos, sólo les exhortaron animosamente aquel: «Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo volverá…». No creo que quedaran muy conformes con aquella promesa futura, pero ¿qué remedio les quedaba? Tocaba empezar a caminar solos. ¿Solos? ¿o con la ayuda del Espíritu? Más bien esto último. Y es que la tentación era la melancolía y el sentirse abandonados, un continuo repetir: “con Jesús todo era mejor…” “él siempre decía…” “cuando él estaba…”. Pero resulta que ahora les tocaba a ellos ser otros jesuses, y que no había excusa oportuna. Sólo podían confiar en el Espíritu y dar lo mejor de sí mismos. mirar-al-cielo
De hecho el libro apostólico prometía hoy: “Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines del mundo”. Si por una parte la misión desbordaba y apabullaba, la promesa de presencia continua era clara: “cuando el Espíritu descienda… recibiréis fuerza para ser mis testigos…”. Ya no está Jesús siempre presente, pero el Espíritu empuja y guía. Otra cosa es que le dejemos empujar y guiar, que estemos abiertos a lo que sugiera, eso es ciertamente harina de otro costal. Pero dudar de la presencia del Espíritu sería llamar a Jesús mentiroso, y hacernos protagonistas de una historia eclesial que en medio de muchas sombras, posee la fuerza y la santidad que sólo Dios –y su Santo Espíritu- pueden otorgar.
“Que Dios ilumine los ojos de vuestro corazón”. Ése es el deseo de Pablo a los Efesios. Poderoso y maravilloso. El corazón tiene ojos. Y si tiene ojos, puede que a veces haya corazones miopes e hipermétropes. Corazones que no ven bien a los demás. Y lo que no se ve bien, no se conoce bien y no se ama bien. Pablo pide a los Efesios comprender la esperanza a la que Dios les llama, vivir buscando cómo responder a esa esperanza feliz de Dios sobre nuestra vida. ¡ya basta de pensar que quieres tú! Ya basta de mirar embobados al cielo, o al propio ombligo, que para el caso, solucionan lo mismo. Ahora toca mirar –con el corazón- a los demás. Quererlos con nuestra mirada, con nuestras palabras, y –sobre todo- con nuestras acciones.
Marcos nos recuerda hoy la inquietud de la fe. Que los seguidores de Jesús tenemos “trasero de mal asiento” como se suele decir… “Id al mundo entero y proclamad el evangelio a toda la creación…” y hace una lista portentosa de los signos que acompañarán a quienes van en nombre de Dios. La tentación es mofarse de esa lista de hechos increíbles (echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos). Pero la realidad es que esas cosas no las podemos hacer nosotros. Solos jamás. Dios en nosotros y a través nuestra sí, muchas veces. Cada día lo experimento en mi vida de discípulo. Aunque esas lenguas, esos demonios, venenos y serpientes tengan formas nuevas, distintas de la acostumbrada. Es su obra en nosotros. Es su poder actuando en ti y en mí, cuando le dejamos ascender al cielo y bajar a nuestra vida.
Víctor Chacón Huertas, CSsR[/su_box]