La autoridad y los padres

La autoridad y los padres

La autoridad parental es un efecto personal de filiación que ejercen conjuntamente los padres sobre el hijo o hijos. Es un elemento muy necesario y esencial en la educación. Antiguamente se hablaba de la autoridad como un “ordeno y mando” y “porque lo digo yo”, sin dar más explicaciones, y con conductas y lenguaje un tanto agresivos. Ese autoritarismo estaba claro que no era positivo.

Sobre la autoridad y los padres escribe Ana Rodríguez, terapeuta de familia, en la sección ‘Para hacer camino’, de nuestra revista Icono de abril. En su opinión, “en la actualidad, hay padres que han abdicado de su tarea, y han optado por la paternidad ‘soft’: no mandar, no corregir, ponerse al nivel de los hijos, de modo que si antes los déspotas eran el padre o la madre, ahora son los hijos los que marcan su ley”. De esta manera, explica Rodríguez, “el nene decide lo que come en casa, la nena exige ir de vacaciones a determinado sitio, y hasta los bebés que ya no tienen horarios ni limitaciones de ningún tipo, su comida es ‘a demanda'”.

Según destaca la terapeuta de familia en su artículo, “la forma de educar hoy no ha mejorado mucho”. Y detalla que los hijos siguen siendo los reyes de la casa y tanto los padres como los profesores tienen que luchar denodadamente para que les dejen ocupar el lugar que les corresponde.

“No siempre la sociedad defiende la autoridad y prueba de ello es el aumento de bajas por depresión que se está produciendo en el personal docente, y en tantas familias que tratan de educar a sus hijos pese a todos los inconvenientes”, asegura.

En opinión de la autora, la autoridad es costosa, pero hay que ser constante, porque en el momento en que los padres muestran un mínimo de debilidad, los hijos van a aprovechar para saltarse las normas. Estas deben ser claras y es necesario trabajarlas de manera aislada pero insistente -cada hijo es diferente y hay que hablarle de forma personalizada-, sin olvidar que hay que darles la oportunidad para que se expresen y expliquen, y pedirles la razón por la que han hecho lo que se esperaba de ellos, por ejemplo.

TRABAJO Y CONSTANCIA

La potestad, según detalla Ana Rodríguez en nuestro número de abril, no se gana gritando ni imponiéndose por encima de los hijos. De acuerdo que es difícil contenerse, pero por eso hay que tratar de desarrollar la virtud del autocontrol. Tampoco es necesario amenazar, pero sí explicar que, si se hace algo no permitido, los hijos se pueden encontrar con consecuencias que no se esperan.

Este aviso es recomendable darlo sólo una vez porque, si se da varias veces y encima no se cumple, no harán caso. Por el hecho de ser padres no tenemos autoridad moral: es algo que debemos ganarnos en el día a día.

La autora insiste en que en el hogar no debe haber autoritarismo, sino un equilibrio que se mantiene gracias al ejemplo de los padres, de su integridad y coherencia. No hay que olvidar que los hijos nos ponen a prueba constantemente, miden nuestros principios y valores, y aprenden a esperar hasta que consiguen lo que quieren.

LÍMITES

El niño criado sin límites se siente desprotegido, inseguro y, en el fondo, necesita un adulto que sea capaz de frenarlo. Educar no deja de ser un acto de amor. El respeto de los hijos se gana manteniendo una línea de actuación coherente y serena: siendo congruente entre lo que somos, lo que hacemos y lo que decimos.

Rodríguez invita en su artículo a poner en práctica el “refuerzo positivo”, a través del cual se valora lo que los hijos hacen bien para que lo repitan. Esto les ayudará a asumir las consecuencias de sus actos. En su opinión, “castigos como privarles de la TV durante un mes, no salir con amigos en 20 días, no ir a la playa estando de vacaciones, son imposibles de cumplir por los hijos y de mantener por los padres”.

La relación entre padres e hijos no es, por tanto, una relación de igualdad, según la autora. Es una relación jerarquizada y, si los padres pierden la autoridad, se producirá el “abandonismo”, la renuncia y en este caso, los hijos se apoderarán de ella. Si un hijo no encuentra la autoridad en casa, la buscará fuera de ella, en líderes individuales que no siempre serán positivos.

LA AUTORIDAD NECESITA DEL PRESTIGIO

Para tener autoridad es necesario tener prestigio, y esto se logra cuando el padre o la madre poseen una habilidad o cualidad merecedora de admiración. No la da tener dinero, ni un buen coche, ni un buen cargo de trabajo, sino el modo de ser de la persona que está por encima: generosa, optimista, trabajadora, educada; el modo de trabajar: calidad del trabajo en casa o fuera, honrada, responsable, y el modo de tratar a los demás: a la familia, abuelos, amigos, etc.

“Ejercer la autoridad es tan importante como necesario”, concluye Ana Rodríguez.

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