La Palabra. Domingo 3 Febrero 2013

La Palabra. Domingo 3 Febrero 2013

Domingo IV del tiempo Ordinario

Ciclo C – 3 de Febrero de 2013

 

Jeremías 1, 4-5. 17-19

En los días de Josías, recibí esta palabra del Señor:

«Antes de formarte en el vientre, te escogí; antes de que salieras del seno materno, te consagré: te nombré profeta de los gentiles.

Tú cíñete los lomos, ponte en pie y diles lo que yo te mando.

No les tengas miedo, que si no, yo te meteré miedo de ellos.

Mira; yo te convierto hoy en plaza fuerte, en columna de hierro, en muralla de bronce, frente a todo el país: frente a los reyes y príncipes de Judá, frente a los sacerdotes y la gente del campo.

Lucharán contra ti, pero no te podrán, porque yo estoy contigo para librarte.»

 

Sal 70, 1-2. 3-4a. 5-6ab. l5ab y 17

R. Mi boca contará tu salvación, Señor.

A ti, Señor, me acojo:
no quede yo derrotado para siempre;
tú que eres justo, líbrame y ponme a salvo,
inclina a mí tu oído, y sálvame. R.

Sé tu mi roca de refugio,
el alcázar donde me salve,
porque mi peña y mi alcázar eres tú,
Dios mío, líbrame de la mano perversa. R.

Porque tú, Dios mío, fuiste mi esperanza
y mi confianza, Señor, desde mi juventud.
En el vientre materno ya me apoyaba en ti,
en el seno tú me sostenías. R.

Mi boca contará tu auxilio,
y todo el día tu salvación.
Dios mío, me instruiste desde mi juventud,
y hasta hoy relato tus maravillas. R.

 

I Corintios 12, 31-13, 13

Hermanos:

Ambicionad los carismas mejores. Y aún os voy a mostrar un camino excepcional.

Ya podría yo hablar las lenguas de los hombres y de los ángeles; si no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o unos platillos que aturden.

Ya podría tener el don de profecía y conocer todos los secretos y todo el saber, podría tener fe como para mover montañas; si no tengo amor, no soy nada.

Podría repartir en limosnas todo lo que tengo y aun dejarme quemar vivo; si no tengo amor, de nada me sirve.

El amor es paciente, afable; no tiene envidia; no presume ni se engríe; no es mal educado ni egoísta; no se irrita; no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad.

Disculpa sin limites, cree sin limites, espera sin limites, aguanta sin límites.

El amor no pasa nunca.

¿El don de profecía?, se acabará. ¿El don de lenguas?, enmudecerá. ¿El saber?, se acabará.

Porque limitado es nuestro saber y limitada es nuestra profecía; pero, cuando venga lo perfecto, lo limitado se acabará.

Cuando yo era niño, hablaba como un niño, sentía como un niño, razonaba como un niño. Cuando me hice un hombre acabé con las cosas de niño.

Ahora vemos confusamente en un espejo; entonces veremos cara a cara. Mi conocer es por ahora limitado; entonces podré conocer como Dios me conoce.

En una palabra: quedan la fe, la esperanza, el amor: estas tres. La más grande es el amor.

 

Lucas 4, 21-30

En aquel tiempo, comenzó Jesús a decir en la sinagoga:
-«Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír.»

Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de sus labios.

Y decían:
-«¿No es éste el hijo de José?»

Y Jesús les dijo:
-«Sin duda me recitaréis aquel refrán: “Médico, cúrate a ti mismo”; haz también aquí en tu tierra lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaún.»

Y añadió:
-«Os aseguro que ningún profeta es bien mirado en su tierra. Os garantizo que en Israel habla muchas viudas en tiempos de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, más que a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado, más que Naamán, el sirio.»

Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del monte en donde se alzaba su pueblo, con intención de despeñarlo.

Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba.

 

La más grande es el amor

por Víctor Chacón Huertas, CSsR.
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1. Amor que llama: Dice Jeremías, que se sintió llamado desde el vientre de su madre, ya desde antes de nacer. Y esa es para él la prueba más evidente del don inmerecido que supone su llamada. No fue por méritos propios, por antigüedad ni por cualidades personales pues aún estaba todo por ver y por vivir. Dios nos ama incondicionalmente, nos llama sin mérito nuestro, nos envía sin que realmente merezcamos nada de lo que recibimos. Detengámonos en una frase singular que el profeta pone en boca de Dios: “No les tengas miedo, que si no, yo te meteré miedo de ellos”. Aquí el miedo se entiende como termómetro de la fe, del amor, de la entrega. Si temes, hijo mío es porque te apoyas en tus propias fuerzas y te das cuenta que flaqueas, y eso te da más miedo aún. Si te fiaras de mí, si realmente me conocieras y te abandonaras en mis brazos, nada habrías de temer. Ya que el verdadero amor expulsa el temor, como nos dirá Juan en su carta.

2. Amor, el verdadero amor. Merece la pena repetir estas palabras: “El amor es paciente, afable; no tiene envidia; no presume ni se engríe; no es mal educado ni egoísta; no se irrita; no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites. El amor no pasa nunca”. El verdadero amor no pasa nunca, no es una moda, ni un móvil de última generación. Está siempre en garantía. En él se dan flaquezas y enfados, es natural, ¡somos humanos! Pero como siempre perdona, no hay nada que temer, no hay barrera que se le resista. Vivir desde la paciencia, la afabilidad, la cordialidad, la humildad, la generosidad… ¿puede haber horizonte de vida más alto, más noble, más auténtico? Disculpa sin límites, cree sin límites, aguanta sin límites. Este amor nos iguala a Dios, en verdad, sólo apoyados en Dios podemos vivirlo en plenitud. Sin Dios ningún amor es eterno, ése es un gran fallo de muchos matrimonios: querer edificar un amor eterno sin Dios, sin base eterna. Y sobre basamento débil, poco podemos apoyar.

3. Amor que anuncia y dialoga. Todos expresaban a Jesús su aprobación y se admiraban con él, pero luego comenzaron a dudar y preguntarse: “¿No es éste el hijo de José?” Y así la fastidiaron, nada esperaron, nada creyeron, nada amaron. Creían ya saberlo todo, se creían ya justos y santos. Por eso lo de “nadie es profeta en su tierra” se cumple, aún a la perfección. Nadie consiente que le hablen de aquello en lo que se siente seguro, que es su terreno. Y cuando Jesús les habló de dos casos concretos, la viuda de Sarepta y Naamán el sirio, se enojaron aún más, porque esos no eran “de los suyos”. Eran de fuera del redil. No comprendían que es una relación personal (con Dios) lo que salva, no la mera pertenencia, no la afiliación, no la costumbre. Nadie creerá por ti, nadie esperará por ti ni amará por ti. Sólo tú puedes remediar y encauzar tu vida, redireccionarla al infinito, al amor sin medida que todo lo cree, todo lo espera y todo lo aguanta.

Recuerda, él te amó primero, te llamó desde el principio desde el seno materno, te puso donde hoy estás y así te quiere. Pero ahora la pelota está en tu cancha y espera un nuevo lanzamiento. ¿Lo harás? ¿Seguirás el juego?

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