La ventana ética del silencio

La ventana ética del silencio

¿Es el silencio algo bueno? A priori tendemos a decir que sí, en un mundo de ruidos como el que vivimos, tantos ruidos internos como externos, el silencio diríamos hoy que es un bien escaso y necesario, tanto a nivel personal como en el plano social.

“Pero el silencio es una realidad poliédrica que puede abordarse desde múltiples enfoques: hay un silencio físico, silencio mental, hay un silencio musical, hay un silencio espiritual, hay un silencio jurídico-administrativo, hay silencios incómodos, hay un silencio social, hay verdades silenciadas, hay mentiras silenciadas, hay silencios verbales y no verbales, hay un silencio de Dios y también se silencia a Dios…”. Así lo asegura César García-Rincón de Castro en la sección ‘Educar en valores’ de nuestra revista Icono de febrero.

Y añade: “Abordar el tema del silencio, interesante, necesario y apasionante siempre, implica acotarlo y encuadrarlo en un marco de trabajo, pedagógico y ético en este caso”.

“Yo me voy a situar en el marco de una ética del silencio que he llamado ‘la ventana ética del silencio’, entendiendo que el silencio tiene una dimensión moral, es decir, hay silencios buenos y positivos, que nos procuran bienestar y felicidad, y hay silencios perjudiciales y negativos, que nos producen todo lo contrario: malestar, injusticia, infelicidad”, explica el laico redentorista.

En palabras de García-Rincón, silenciar la verdad, las realidades injustas, las opiniones contrarias o diferentes a las nuestras porque no nos interesa, es tan poco ético como silenciar o callar nuestras faltas o errores, personales o colectivos, que han perjudicado y pueden perjudicar a otros y, ojo, también nos hacen sufrir a nosotros, porque callar algo que sabemos que no está bien hacia fuera, es dejarlo resonando dentro de nosotros, como un ruido de fondo de culpabilidad y remordimiento (metasentimientos), que nos impide, precisamente, el bienestar y silencio interior.

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