30 May Misión en La Palma
Hace casi un año el P. Miguel emprendió el arduo trabajo de preparación de la Misión. Él mismo nos cuenta cómo fue la premisión:
“En el mes de octubre estuve una semana entera preparando la misión. Había en la gente, mucha ilusión y ganas, sin los recelos y miedos de otras misiones. La apuesta del párroco era clara: trabajar con las familias y jóvenes… Se iniciaron encuentros de jóvenes con dinámicas, formación, oración… Casi un centenar de ellos acudieron a la propuesta de la misión. Igualmente, recogiendo el espíritu de Amoris Laetitia, comenzó un grupo de “parejas en situaciones de especial dificultad”. Gracias al empeño de un nutrido y comprometido grupo de laicos y de jóvenes, que habían participado en la pasada misión de jóvenes de El Espino, fue posible la misión y el “éxito” en estos dos difíciles campos pastorales…”
Estamos hablando de la misión que ha tenido lugar en Breña Alta, en la isla de La Palma la más bonita de estas islas. La última misión aquí tuvo lugar hace 27 años.
Las Canarias han sido campo de trabajo, desde muchos años atrás. Sobre todo desde la década de los 80, según me asegura el P. Benigno Colinas, en aquel momento director del equipo misionero:
“Desde marzo de 1983, fecha de la misión en la Gomera, no hemos dejado de tener trabajos de misión en las islas Canarias. En esa década del 80 al 90, dimos misiones en Gomera, Las Palmas, Tenerife y, sobre todo, en la isla de La Palma. Fue una época de mucha actividad misionera. Y siempre nos fue muy bien. Entonces éramos muchos misioneros y atendíamos a todas y cada una de las poblaciones por pequeñas que fuesen. La gente quedaba encantada y los misioneros también…”.
Resumen sintético de la misión
• La misión se inició el 12 de abril y finalizó el 29 del mismo mes en Breña Alta, municipio al sur de la capital, que cuenta con más de 7.000 habitantes
• La misión se desarrolló en los tres centros que componen la parroquia: san Pedro, san Isidro y la Concepción, con distancias de un extremo a otro de más de 7 kilómetros.
• El párroco, D. Cristóbal, joven, dinámico y emprendedor, tiene relación con los redentoristas a través de la misión de jóvenes de El Espino.
• Previamente a nuestra presencia, un numeroso equipo de visitadores hizo su labor visitando todos los hogares de la parroquia.
• Los participantes en la semana de celebraciones, oscilaban entre los doscientos y trescientos. Lo mismo ocurría con las eucaristías de la mañana, celebradas todos los días en los tres centros de misión.
• Los niños y jóvenes-adolescentes fueron atendidos en sus centros escolares sin impedimento alguno. Los profesores de religión, siempre estuvieron muy amables y facilitaron la entrada en las aulas.
• Grande fue el trabajo de visitas a enfermos e impedidos, pero fácil de realizar gracias a un buen equipo de pastoral de la salud. Más de 60 hogares recibieron nuestra visita.
• Lo más sobresaliente ha sido, sin embargo, el apartado de las Asambleas Familiares Cristianas y el equipo de animadores que llevaron el peso de las mismas. Se formaron 27 asambleas familiares, atendidas por treinta animadores, hombres y mujeres de mediana edad, una garantía de continuidad de la misión. La media de participantes fue de 15 personas, con asistencia de muchos hombres, pero muy pocos jóvenes. 25 grupos, continuarán el proceso de misión.
Testimonios
Los misioneros del CESPLAM desarrollamos siempre nuestro trabajo lo mejor que sabemos y podemos, pero en este caso, el peso de la misión, desde la misma premisión, recayó sobre el párroco D. Cristóbal. A él le pregunto, si después de tanto trabajo y viendo los resultados, estaría dispuesto a tener otra vez misión. Y me responde:
“A pesar del trabajo que conlleva, de preparación y realización, y admitiendo que todo es perfeccionable, yo me volvería a arriesgar a tener de nuevo la misión, porque la gracia de Dios actúa en la misión. La comunidad se ha sentido revitalizada y la misión ha servido para renovar personas y dinamismos un poco trasnochados. Gracias a la misión, la parroquia es más consciente de su identidad y ha redescubierto el gran don de la fraternidad y la solidaridad. La parroquia es ahora más misionera. Tanto los laicos como el párroco, que soy yo, hemos fortalecido y avivado nuestra conciencia misionera. Nos sentimos misioneros, dentro de una Iglesia misionera…”.
A estos datos, más o menos fríos, quiero añadir algunos testimonios y vivencias de personas sencillas, que han estado implicadas en el trabajo y desarrollo de la misión.
F. Javier Cruz, se expresa así: “Yo he visitado muchos hogares anunciando el gran acontecimiento de la misión. Me ha pasado como a los discípulos de Emús: del miedo inicial he pasado a la alegría de creer. Pasaban los días y mi corazón ardía más y más con el gozo de comprobar cómo muchos alejados se integraban y participaban en los actos de la misión. Primero acudieron a las reuniones de las casas, seguramente por compromiso con el dueño del hogar que invitaba, pero luego también se les veía en las celebraciones de la iglesia… Para mí, esto sí es una auténtica misión que nos ha convertido a todos en misioneros…”
Rita, responsable de la pastoral de la salud, nos dice: “Desde hace 30 años, trabajo en este apartado de enfermos. Los que formamos el equipo tratamos de paliar sus limitaciones de salud pero, muchas más veces, su soledad. Gracias a la misión nos hemos hecho presentes en unos 60 hogares, en la residencia de mayores, el centro de día… Hemos conectado con muchas familias nuevas a través de la visita a sus enfermos. Creo que es ésta una maravillosa labor que hace la parroquia en favor de los necesitados; labor por otra parte, poco valorada. Gracias a la misión, hemos hecho realidad las palabras de Jesús: “quien visita a un enfermo, a mí me visita”.
El Perpetuo Socorro en la misión
El broche de oro de la misión lo pone, como siempre, la Madre del Perpetuo Socorro. En esta misión nos vimos forzados a juntar, en la mañana del sábado, el acto mariano y la eucaristía final. Iniciamos la celebración con una procesión desde la plaza principal del pueblo hasta la iglesia. Los iconos del P. Socorro y la Cruz de la misión precedían a los numerosos fieles que asistían al acto final. Ambos símbolos quedaron entronizados en el templo parroquial de San Pedro, como recuerdo y compromiso misionero de futuro. Mucha gente pedía la vuelta de los misioneros para renovar la misión. Mucha gente y también mucha alegría…
Para terminar quiero resaltar el gran amor que los palmeros profesan a la Virgen, que aquí tiene varios nombres: Virgen de las Nieves, del Pino, de la Candelaria y, por supuesto, del Perpetuo Socorro. Del romancero popular extraigo unos versos, referidos a la Virgen del Calvario:
La Virgen va caminando / por una ciudad muy larga,
en busca de Jesucristo / por la sangre que derrama.
En el medio del camino / encontró una niña sentada.
-¿Has vístome por aquí / al hijo de mis entrañas?
-Por aquí pasó, señora, / antes que el gallo cantara,
una cruz llevaba a cuestas / de madera muy pesada…
La Virgen cuando oyó esto, / cayó en tierra, desmayada…
Así fue la misión en Breña Alta, isla de La Palma, la “isla bonita” según la propaganda turística. Yo diría más: buena, bonita y barata. Buena por sus gentes acogedoras, bonita por su geografía espectacular, y barata porque el amor y la acogida que nos han dispensado no tienen precio: han sido gratis.
Arsenio Díez (CESPLAM)