02 Oct “Por vuestra terquedad”
Lectura del libro del Génesis
El Señor Dios se dijo: «No está bien que el hombre esté solo; voy a hacerle alguien como él que le ayude.»
Entonces el Señor Dios modeló de arcilla todas las bestias del campo y todos los pájaros del cielo y se los presentó al hombre, para ver qué nombre les ponía. Y cada ser vivo llevaría el nombre que el hombre le pusiera. Así, el hombre puso nombre a todos los animales domésticos, a los pájaros del cielo y a las bestias del campo; pero no encontraba ninguno como él que lo ayudase. Entonces el Señor Dios dejó caer sobre el hombre un letargo, y el hombre se durmió. Le sacó una costilla y le cerró el sitio con carne. Y el Señor Dios trabajó la costilla que le había sacado al hombre, haciendo una mujer, y se la presentó al hombre.
El hombre dijo: «Ésta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne! Su nombre será Mujer, porque ha salido del hombre. Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne.»
Salmo 127
R/. Que el Señor nos bendiga todos los días de nuestra vida
Dichoso el que teme al Señor
y sigue sus caminos.
Comerás del fruto de tu trabajo,
serás dichoso, te irá bien. R/.
Tu mujer, como parra fecunda,
en medio de tu casa;
tus hijos, como renuevos de olivo,
alrededor de tu mesa. R/.
Ésta es la bendición del hombre que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión,
que veas la prosperidad de Jerusalén
todos los días de tu vida. R/.
Que veas a los hijos de tus hijos.
¡Paz a Israel! R/.
Lectura de la carta a los Hebreos
Al que Dios había hecho un poco inferior a los ángeles, a Jesús, lo vemos ahora coronado de gloria y honor por su pasión y muerte. Así, por la gracia de Dios, ha padecido la muerte para bien de todos. Dios, para quien y por quien existe todo, juzgó conveniente, para llevar a una multitud de hijos a la gloria, perfeccionar y consagrar con sufrimientos al guía de su salvación. El santificador y los santificados proceden todos del mismo. Por eso no se avengüenza de llamarlos hermanos.
Evangelio según san Marcos
En aquel tiempo, se acercaron unos fariseos y le preguntaron a Jesús, para ponerlo a prueba: «¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su mujer?»
Él les replicó: «¿Qué os ha mandado Moisés?»
Contestaron: «Moisés Permitió divorciarse, dándole a la mujer un acta de repudio.»
Jesús les dijo: «Por vuestra terquedad dejó escrito Moisés este precepto. Al principio de la creación Dios “los creó hombre y mujer. Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne.” De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.»
En casa, los discípulos volvieron a preguntarle sobre lo mismo. Él les dijo: «Si uno se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio.»
Le acercaban niños para que los tocara, pero los discípulos les regañaban. Al verlo, Jesús se enfadó y les dijo: «Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis; de los que son como ellos es el reino de Dios. Os aseguro que el que no acepte el reino de Dios como un niño, no entrará en él.»
Y los abrazaba y los bendecía imponiéndoles las manos.
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Este domingo las lecturas nos van a hablar de matrimonio sí, pero también de amor, de seres humanos y de corazones insatisfechos que solos están vacíos. Jesús regañará a los judíos con convicción, que lo está escrito por Moisés: rechazar o repudiar a la propia mujer, divorciarnos que diríamos hoy, no es ningún bien deseable aunque esté contemplado en la ley, sino una concesión. Lo veremos.
Pero dejadme que os regale esa imagen hoy que hablamos de bodas. Me parece preciosa, dulce y profunda. La abuela ayudando a arreglarse a la nieta el día de su boda. Madurez y juventud. Experiencia e inicio. Las manos arrugadas y encallecidas no pueden revelar más suavidad y cariño en ese momento. ¿Qué le estaría diciendo? ¿algún consejo o advertencia, o solo palabras de aliento y cariño? Es una imagen espectacular. Habla de tradición y de continuidad, pero con frescura. Pues de eso va el matrimonio. Unir vidas siempre de nuevo, y como siempre.
Nos dice hoy el Génesis: “No está bien que el hombre esté solo, voy a hacerle alguien que le ayude”. Nos habla de un ser humano creado para amar y relacionarse, incompleto en sí mismo. Y por muchos animales y ayudas que creara Dios, “ninguno encontró como él que le ayudara”. Dice el texto hebreo que el hombre sintió una profunda insatisfacción y vacío (kenegdó). Y es que le faltaba parte de sí, la mujer. La que es carne de su carne y hueso de sus huesos. Una igual a la que amar, a la que abrirse y a la que entregar su vida.
Volvamos al enfado de Jesús: “por vuestra terquedad dejó escrito Moisés este precepto. Pues al principio creó Dios”. Y Dios creó para la comunión y la vida. Amar a otra persona es comprometerse con ella. Amar es también entrega y sacrificio; supone negación de sí, saber ceder, saber comprender y disculpar… no sólo disfrutar, no sólo reír, no sólo gozar, no solo. A esto se refiere Jesús conque no se puede rechazar la propia carne y renegar de lo que Dios unió. De hecho las luchas y sufrimientos compartidos aquilatan mucho a las parejas, las hacen más auténticas y su amor más sólido.
Pero no debemos dejar de ser comprensivos con quienes viven la ruptura, o el abandono de su pareja, con quienes lucharon por amar… y se quedaron solos luchando. ¿Cómo no mostrar también aquí el rostro misericordioso de Dios? ¿Cómo no acariciar y cuidar esos rostros que lloran, con la misma ternura que la abuela viste a la nieta el día de su boda? ¿Cómo dejar de amar a los que intentaron amar? Esta escucha y esta cercanía misericordiosa es la que la Iglesia trata en el Sínodo, y la que con tanto empeño anima el Papa Francisco. Ojalá vivamos más un amor compasivo que justiciero y apegado a leyes… ¡por vuestra terquedad lo escribió Moisés! Y muchos siglos después hay otras terquedades que nos alejan del Evangelio de Cristo.
Víctor Chacón Huertas, CSsR [/su_box]