Redescubrir a San Alfonso en Adviento-Navidad

Redescubrir a San Alfonso en Adviento-Navidad

Este año se han cumplido 150 años desde que el Papa proclamó a San Alfonso María de Liguori Doctor de la Iglesia Universal. Por este motivo, los misioneros redentoristas de España te invitamos a redescubrir a San Alfonso en Adviento-Navidad. El Adviento comienza este próximo domingo, 28 de noviembre, y termina en Navidad.

 

MEDITACIONES PARA EL ADVIENTO Y LA NAVIDAD (SAN ALFONSO MARÍA DE LIGUORI)

Primera serie de meditaciones para el Adviento:

Meditación I. Del amor que Dios nos manifestó en la encarnación del Verbo

Meditación II. Bondad de Dios Padre y de Dios Hijo en la obra de la Redención

Meditación III. Motivos de confianza en la encarnación del Verbo

Meditación IV. Felicidad de haber nacido después de la Redención y en el seno de la verdadera Iglesia

Meditación V. Jesús hizo cuanto pudo y todo lo sufrió por nosotros

Meditación VI. La consideración de nuestros pecados afligió a Jesús desde el seno de su Madre

Meditación VII. Desde que tuvo Jesús de padecer por nosotros

Meditación VIII. De tres fuentes de gracias que tenemos en Jesucristo

Segunda serie de meditaciones para el Adviento:

Meditación I. Bondad de Dios en la obra de la Redención

Meditación II. Grandeza del misterio de la Encarnación

Meditación III: Amor de Dios a los hombres

Meditación IV: El Verbo se hizo hombre en la plenitud de los tiempos

Meditación V: Humillación de Jesús

Meditación VI: Jesús ilumina al mundo y glorifica a Dios

Meditación VII: El Hijo de Dios carga a la muerte para darnos la vida

Meditación VIII: Dios envía a su Hijo a la muerte para darnos la vida

Meditación IX: Amor que el Hijo de Dios nos testimonió en la Redención

Meditación X: Jesús, hombre de dolores desde el seno de su Madre

Meditación XI: Jesús, cargado con todos los pecados del mundo

Meditación XII: Jesús padece durante toda su vida

Meditación XIII: Jesús quiso sufrir tanto para conquistar nuestros corazones

Meditación XIV: La mayor pena de Jesús

Meditación XV: Pobreza de Jesús al nacer

Meditación XVI: Jesús, fuente de gracias

Meditación XVII: Jesús, caritativo médico de nuestras almas

Meditación XVIII: Que todo lo habemos de esperar por los méritos de Jesucristo

 

En el libro ‘Obras Ascéticas I’, sección IV, edición Crítica, publicado por la Biblioteca de Autores Cristianos, de San Alfonso María de Ligorio, se explica lo siguiente:

Las dos series de ‘Meditaciones para el Adviento’, de San Alfonso, junto con las otras dos de ‘Novenas para la Navidad’ que brindamos al público, fueron impresas por el Santo probablemente en el año 1758, a los sesenta y dos de su edad, es decir, en plena madurez de experiencia, de producción y de ascetismo. Nueve años después de compuestas no se cansaba el Santo de recomendarlas, y en carta del 26 de mayo del 1767 escribía a una religiosa de Nápoles: “Hágase con la ‘Novena de Navidad’, y en el mismo libro encontrará variadísimas meditaciones sobre el amor a Jesucristo y a su Santísimo Corazón. Lea, sobre todo, los afectos y súplicas con que terminan las meditaciones, y sepa que yo utilizo a diario de este libro, de tan abundante nutrición ascética”.

REVISTA ICONO

Por otra parte, tal y como escribía José-Miguel de Haro, CSsR, en nuestra revista Icono de diciembre de 2020, “para prepararse a vivir la expresión del misterio de la Encarnación, ya en su madurez, Alfonso escribió dos series de meditaciones para el Adviento y dos novenas de Navidad. Compuso, igualmente, villancicos que aún hoy se cantan en toda Italia, como la plegaria más popular y piadosa del afecto al Niño de Belén”.

Según explica De Haro en Icono, la primera serie de meditaciones de Adviento recoge ocho que nos recuerdan el amor que Dios nos manifestó en la Encarnación del Verbo, la bondad de Dios Padre y de Dios Hijo en la obra de la Redención, a la vez que nos muestra los motivos de confianza en la Encarnación del Verbo y felicidad de haber nacido después de la Redención y en la Iglesia”.

Será un tema constante en San Alfonso recordarnos que “Jesús hizo cuanto pudo y todo lo sufrió por nosotros”, y cómo, “la consideración de nuestros pecados afligió a Jesús desde el seno de su Madre”; pero también “el deseo que tuvo Jesús de padecer por nosotros”, culminando esta primera serie presentándonos “tres fuentes de gracias que tenemos en Jesucristo”.

SEGUNDA SERIE

En la segunda serie, que consta de 18 meditaciones, según asegura José-Miguel de Haro, “San Alfonso nos invita a contemplar la bondad de Dios en la obra de la Redención”, para lo que Dios no envió a un ángel  ni a un serafín, sino que para manifestar al mundo el inmenso amor que tenía, envió a su Hijo en semejanza de carne de pecado (Rom 8, 3).

La segunda meditación la dedica a la “Grandeza del misterio de la Encarnación”. Y según detalla el misionero redentorista, “nos invita a que pidamos al Señor nos ilumine y dé a comprender este exceso y prodigio de amor por el que el Verbo eterno, Hijo de Dios, se hizo hombre por nuestro amor”. ¡Amor divino que no podrá jamás comprenderse! ¡Misericordia, que no puede nacer más que de una bondad infinita! Constatado que “vos me amáis y yo os amo, pero os amo poco: dadme más amor”. Según De Haro, “Alfonso es el hombre que pide amar más”.

AMOR DE DIOS A LOS HOMBRES

La tercera meditación se centra en el “Amor de Dios a los Hombres”, para recordarnos que todos podemos decir: “Me amó mi Redentor y por el amor que me tuvo se entregó todo a mí”.

Por su parte, en la cuarta meditación San Alfonso nos recuerda que “el Verbo se hizo carne en la plenitud de los tiempos”, y aclara: “Dícese plenitud por la plenitud de la gracia que el Hijo de Dios vino a comunicar a los hombres mediante la redención”.

En la quinta meditación, San Alfonso recoge la “Humillación de Jesús” que desciende, baja a la tierra, viene de donde era igual al Padre. “Pero en el seno de María es criatura, pequeñito, débil y afligido, siervo y menor que el Padre: Tomando forma de esclavo” (Filipenses 2, 7). Según el misionero redentorista, “está convencido de que cristianamente lo que decimos de nuestra relación con Dios se decide por entero en nuestra relación con el Crucificado”.

MEDITACIÓN VI

Por lo que respecta a la sexta meditación de Adviento, San Alfonso sigue avanzando para decirnos que “Jesús ilumina al mundo y glorifica a Dios”, porque nos dio “a conocer la luz del verdadero Dios, y lo libró del pecado con la luz de su doctrina y sus divinos ejemplos. Este “niño nuevo”, desde el primer momento de su existencia rindió a Dios más gloria y honor que la que le rindieron o rendirán todos los ángeles y santos juntos para toda la eternidad”.

En palabras del misionero redentorista, José Miguel de Haro, “a través de todas las meditaciones aparece la realidad del pecado en el ser humano. Para Alfonso consiste en no responder o no acoger el amor que Él nos entrega”. La meditación séptima la llama “El Hijo de Dios carga con todas nuestras iniquidades”, y afirma que “no sólo quiso adoptar la condición de esclavo para sujetarse a los demás el que era el Señor de todos, sino que se revistió de esclavo delincuente para ser castigado el que era el Santo de los santos”.

MEDITACIÓN VIII

La octava meditación tiene un enunciado discutible para la teología de nuestro tiempo. Sorprende, según De Haro, que tratándose de un tema de Adviento lo llame “Dios envía a su Hijo a la muerte para darnos la vida”. Pero la verdad que Alfonso quiere afirmar es que el “Hijo de Dios, movido por las entrañas de su misericordia, vino del cielo y nos dio la vida”.

La dimensión sacrificial siempre está presente en su reflexión, aunque superada por la presencia del amor de Dios y a Dios. San Alfonso piensa que “Dios envió a la tierra a su Hijo unigénito a que muriese, para que con su muerte nos recobrase la vida”. Eso motiva que se pregunte: “¿Jesús mío, si no hubieseis aceptado y sufrido la muerte por mí, habría yo quedado muerto en mi pecado, sin esperanza de salvación ni de poder amaros ya más?”. Según De Haro, la pregunta sigue abierta para cada uno de nosotros. Pero la revelación ya nos ha dado la respuesta con la apertura de la Encarnación.

MEDITACIÓN IX

El día noveno, San Alfonso llama a su meditación “Amor que el Hijo de Dios nos testimonió en la Redención”. Para afirmar que “sólo un Dios era capaz de amarnos tan excesivamente, cuando por ser miserables pecadores éramos tan indignos de ser amados”. Además, lo abre al tiempo de Adviento preguntándose: “¿Quién, jamás, se habría atrevido a pedirle que se hiciera niño como nosotros, que se revistiese de todas nuestras miserias y que fuera, además, el más pobre de todos los hombres, el más vilipendiado y el más maltratado, hasta morir a manos de verdugos a fuerza de tormentos sobre un patíbulo infame, maldito y abandonado de todos, aun de su mismo Padre, que desamparó al Hijo para no abandonarnos a nuestra perdición?

Damos profundidad al misterio de la Encarnación abierto en Navidad comprendiendo que “desde niño, se sacrificó por nosotros a las penalidades, a los oprobios y a la muerte”. El amor de Jesús es, desde el principio, un amor total e incondicional, que no elude el sufrimiento. Así nos invita a reconocer “soy un pobre pecador”.

“¿Qué habré de temer si quiero enmendarme y ser vuestro?”. “Esta gracia os pido, Jesús mío; dadme confianza en vuestros méritos y haced que por ellos me encomiende siempre a Dios”. “Este es el deseo de San Alfonso quiere despertar en todos, implicando toda la vida de Jesús en la nuestra”.

MEDITACIÓN X

La meditación décima, San Alfonso la llama “Jesús, hombre de dolores desde el seno de su Madre”. Todas las meditaciones están bordadas de citas bíblicas. En este caso, con Isaías 53,3, el salmo 68,3 y Filipenses 2, 8. No solo en el texto central, sino también en sus “Afectos y súplicas”.

Las Sagradas Escrituras están presentes en toda su espiritualidad, hasta cuando sale más explícitamente su afectividad. Es una persona abierta en todo lo que es al misterio del Dios que se entrega totalmente en Jesucristo, su “amado Redentor”.

Y nos está diciendo que cuando escribe eso que él está viviendo: “Jesucristo, desde el seno de María, aceptó la obediencia impuesta por el Padre sobre su pasión y muerte (Filipenses 2, 8). “Desde el primer momento de su infancia, padeció a cada instante de la vida un martirio continuado, ofrecido por nosotros al Eterno Padre”.

MEDITACIÓN XI

En la meditación once continúa contemplando a “Jesús, cargado con todos los pecados del mundo”. Al finalizar cada uno de los afectos y súplicas apela a la Virgen a modo de una jaculatoria. En este caso, le dice: “Madre mía, socorredme; sólo os pido vivir amando a Dios en lo que me restaré de vida”. En palabras de De Haro, “para Alfonso, amar a Dios acogiendo el amor de Jesucristo lo contiene todo. En las siguientes meditaciones, hasta

el número quince, profundiza en el sufrimiento de Jesús por amor.

Por lo que respecta a la meditación décimo sexta avanza contemplando a “Jesús, fuente de gracias”. Nos presenta cuatro fuentes: la misericordia, la fuente de la paz y consuelo, la fuente de devoción, y  la cuarta: fuente de amor que “encendió un fuego”.

“Y. quien se aprovecha de estas dichosas fuentes que tenemos en Jesucristo, sacará siempre de ellas aguas de alegría y de salvación (Isaías 12, 3). Aquí en la súplica le pide a María que le alcance “vivir y morir siempre en el amor a Jesús”.

MEDITACIONES XVII Y XVIII

Con las meditaciones XVII y XVIII finaliza San Alfonso esta segunda serie. Según José-Miguel De Haro, CSsR, “nos muestra a Jesús, caritativo médico de nuestras almas” y de quien “hemos de esperar todo por sus méritos”. Aquí Jesús no es un médico cualquiera, sino el que “para curar al enfermo carga con sus enfermedades”.

“No quiso mandar a otro, sino que quiso venir Él mismo para conquistarse nuestro amor”. En palabras del misionero redentorista, “podríamos decir que permanecemos a la espera de Dios desde Jesús de Nazaret quien, con su vida, nos propone que seamos como el médico que carga por amor con el enfermo”.

Por último, en la meditación número XVIII, nos dice que ya “no podemos temer ser desatendidos por Dios”. Y continúa: “¿Qué cosa nos negará un Dios que no nos negó a su Hijo? Agradezcámoslo a Dios”. Según destaca De Haro en nuestra revista Icono, “nos está invitando a vivir en la gratitud, en el deseo de agradar a Dios”.

La fe cristiana afirma que el acontecimiento de la Encarnación  y Redención ha sucedido una vez para siempre en la historia, y es su centro. Lo celebramos estos días. “Alfonso nos ayuda a caer en la cuenta de que hablar de Jesús es hablar de nosotros mismos; pero también, que en Dios hay tanto amor que su ser es perdón continuado, para siempre, sobreabundante”, explica el misionero redentorista.

Y concluye: “En muchos textos de San Alfonso, la Encarnación de Dios es similar a hablar de la identificación de Dios con el crucificado. La novedad cristiana no consiste en poner a Jesús del lado de Dios, sino a Dios del lado de Jesús”. Estos días, tan relacionados con la familia, las personas que amamos, es también tiempo en el que muchos creyentes “echamos a Dios en falta”. Alguien ha dicho que “en la Encarnación se expresa la radical trascendencia de Dios y, con la misma fuerza, la radical proximidad de Dios al ser humano”.

San Alfonso no habla de la Resurrección, según De Haro, pero cuando rezamos con sus textos nos damos cuenta que la Pascua comienza en la Encarnación. El Cristo resucitado es el Cristo crucificado, el que nace en Belén y se queda para todos en la Eucaristía que reconcilia vida, muerte y resurrección, a través del deseo de Dios”.

Si quieres leer el reportaje completo que se publicó en nuestra revista Icono en diciembre de 2020, puedes hacerlo aquí.