REZAR EN ADVIENTO – 11 de diciembre de 2013.

REZAR EN ADVIENTO – 11 de diciembre de 2013.

Canto: La misericordia del Señor.
 
SALMO 102,1-2.3-4.8.10
ANTÍFONA: Bendice, alma mía, al Señor
Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios.
Él perdona todas tus culpas
y cura todas tus enfermedades;
él rescata tu vida de la fosa
y te colma de gracia y de ternura.
El Señor es compasivo y misericordioso,
lento a la ira y rico en clemencia;
no nos trata como merecen nuestros pecados
ni nos paga según nuestras culpas. 
ANTÍFONA: Bendice, alma mía, al Señor
 
LECTURA DEL EVANGELIO: Mt 11,28-30
En aquel tiempo, exclamó Jesús:
– «Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré.
Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso.
Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.»

PETICIONES:

  • Te pedimos por los políticos, gobernantes, responsables de empresas y a todos los que tienen la posibilidad de mejorar el mundo, para que tengan una mirada global y solidaria, que rompa diferencias y desigualdades.
  • Te pedimos por todos los desencantados, desilusionados, mal amados, deprimidos, agobiados y malhumorados, para que tú les calientes el corazón.
  • Te pedimos por Lucía y por todos aquellos hermanos cercanos que celebran su cumpleaños y/o santo.
  • Te pedimos para que sepamos presentar el mensaje liberador de Jesús, con alegría y dinamismo, sabiendo que Dios nos acompaña en la tarea y estará con nosotros hasta el fin de los días. 

PADRE NUESTRO.
 AVE MARÍA.
 ORACIÓN FINAL.
“¡Te necesito, Señor!,
porque sin Ti mi vida se seca.
Quiero encontrarte en la oración,
en tu presencia inconfundible,
durante esos momentos en los que el silencio
se sitúa de frente a mí, ante Ti.
¡Quiero buscarte!
Quiero encontrarte dando vida a la naturaleza que Tú has creado;
en la transparencia del horizonte lejano desde un cerro,
y en la profundidad de un bosque
que protege con sus hojas los latidos escondidos
de todos sus inquilinos.
¡Necesito sentirte alrededor!
Quiero encontrarte en tus sacramentos,
En el reencuentro con tu perdón,
en la escucha de tu palabra,
en el misterio de tu cotidiana entrega radical.
¡Necesito sentirte dentro!
Quiero encontrarte en el rostro de los hombres y mujeres,
en la convivencia con mis hermanos;
en la necesidad del pobre
y en el amor de mis amigos;
en la sonrisa de un niño
y en el ruido de la muchedumbre.
¡Tengo que verte!
Quiero encontrarte en la pobreza de mi ser,
en las capacidades que me has dado,
en los deseos y sentimientos que fluyen en mí,
en mi trabajo y mi descanso
y, un día, en la debilidad de mi vida,
cuando me acerque a las puertas del encuentro cara a cara contigo”.

Teilhard de Chardin