03 Ene Rezar en Navidad 4 enero 2018
Canto: Cantad al Señor.
PRIMERA LECTURA: 1ª Juan 3, 7-10
Hijos míos, que nadie os engañe. Quien obra la justicia es justo, como él es justo. Quien comete el pecado es del diablo, pues el diablo peca desde el principio. El Hijo de Dios se manifestó para deshacer las obras del diablo. Todo el que ha nacido de Dios no comete pecado, porque su germen permanece en él, y no puede pecar, porque ha nacido Dios. En esto se reconocen los hijos de Dios y los hijos del diablo: todo el que no obra la justicia no es de Dios, ni tampoco el que no ama a su hermano.
SALMO: Sal 97, 1-2ab. 7-8a. 8b-9
ANTÍFONA: Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios.
Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas:
su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo.
Retumbe el mar y cuanto contiene,
la tierra y cuantos la habitan;
aplaudan los ríos, aclamen los montes.
Al Señor, que llega para regir la tierra.
Regirá el orbe con justicia
y los pueblos con rectitud.
ANTÍFONA: Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios.
LECTURA DEL EVANGELIO: Juan 1, 35-42
En aquel tiempo, estaba Juan con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dice:
– «Éste es el Cordero de Dios.»
Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les pregunta:
– «¿Qué buscáis?»
Ellos le contestaron:
– «Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?»
Él les dijo:
– «Venid y lo veréis.»
Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día; serían las cuatro de la tarde.
Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús; encuentra primero a su hermano Simón y le dice:
– «Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo).»
Y lo llevó a Jesús. Jesús se le quedó mirando y le dijo: – «Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que se traduce Pedro).»
PADRE NUESTRO.
AVE MARÍA.
ORACIÓN FINAL. (San Alfonso)
Cuando el Señor desea emplearte en cosas de su agrado, ni siquiera la oración te debe retener. Si el amor a los demás te urge a dejar tus acostumbradas devociones, acude a servir a Dios en tus hermanos, aunque debas dejar de estar en comunicación directa con Él.
Si Cristo se te dio sin reservarse nada para Él ¿qué vale lo que pueda pedirte, en comparación de los que te ha entregado?