San Pedro y San Pablo

San Pedro y San Pablo

Lectura de los Hechos de los apóstoles

Por aquel entonces, el rey Herodes hizo arrestar a algunos miembros de la Iglesia para maltratarlos. Mandó ejecutar a Santiago, hermano de Juan, y al ver que esto agradaba a los judíos, también hizo arrestar a Pedro. Eran los días de «los panes Acimos.»
Después de arrestarlo, lo hizo encarcelar, poniéndolo bajo la custodia de cuatro relevos de guardia, de cuatro soldados cada uno. Su intención era hacerlo comparecer ante el pueblo después de la Pascua. Mientras Pedro estaba bajo custodia en la prisión, la Iglesia no cesaba de orar a Dios por él.
La noche anterior al día en que Herodes pensaba hacerlo comparecer, Pedro dormía entre los soldados, atado con dos cadenas, y los otros centinelas vigilaban la puerta de la prisión.
De pronto, apareció el Angel del Señor y una luz resplandeció en el calabozo. El Angel sacudió a Pedro y lo hizo levantar, diciéndole: «¡Levántate rápido!» Entonces las cadenas se le cayeron de las manos.
El Angel le dijo: «Tienes que ponerte el cinturón y las sandalias» y Pedro lo hizo. Después de dijo: «Cúbrete con el manto y sígueme.»
Pedro salió y lo seguía; no se daba cuenta de que era cierto lo que estaba sucediendo por intervención del Angel, sino que creía tener una visión.
Pasaron así el primero y el segundo puesto de guardia, y llegaron a la puerta de hierro que daba a la ciudad. La puerta se abrió sola delante de ellos. Salieron y anduvieron hasta el extremo de una calle, y en seguida el Angel se alejó de él.
Pedro, volviendo en sí, dijo: «Ahora sé que realmente el Señor envió a su Angel y me libró de las manos de Herodes y de todo cuanto esperaba el pueblo judío.»

Palabra de Dios.

SALMO

R.El Señor me libró de todos mis temores.

Bendeciré al Señor en todo tiempo,
su alabanza estará siempre en mis labios.
Mi alma se gloría en el Señor:
que lo oigan los humildes y se alegren. R.

Glorifiquen conmigo al Señor,
alabemos su Nombre todos juntos.
Busqué al Señor: él me respondió
y me libró de todos mis temores. R.

Miren hacia él y quedarán resplandecientes,
y sus rostros no se avergonzarán.
Este pobre hombre invocó al Señor:
él lo escuchó y lo salvó de sus angustias. R.

El Angel del Señor acampa
en torno de sus fieles, y los libra.
¡Gusten y vean qué bueno es el Señor!
¡Felices los que en él se refugian! R.

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo

Querido hermano:
Yo ya estoy a punto de ser derramado como una libación, y el momento de mi partida se aproxima: he peleado hasta el fin el buen combate, concluí mi carrera, conservé la fe. Y ya está preparada para mí la corona de justicia, que el Señor, como justo Juez, me dará en ese Día, y no solamente a mí, sino a todos los que hayan aguardado con amor su Manifestación.
Pero el Señor estuvo a mi lado, dándome fuerzas, para que el mensaje fuera proclamado por mi intermedio y llegara a oídos de todos los paganos. Así fui librado de la boca del león.
El Señor me librará de todo mal y me preservará hasta que entre en su Reino celestial. ¡A él sea la gloria por los siglos de los siglos! Amén.

Palabra de Dios

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo

Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?»
Ellos le respondieron: «Unos dicen que es Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas.»
«Y ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy?»
Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.»
Y Jesús le dijo: «Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo. Y yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo.»

Palabra del Señor.

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El Dios que nos conoce

  1. Jesús preguntó a todos “¿Quién dice la gente que soy yo?” no porque le importara la rumorología, los chismes sobre él, sino porque quería ver lo que la gente conocía de Dios y de su Mesías. Pedro acertó con su respuesta, “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Pero no como el que acierta la pregunta de un concurso televisivo, no quedó ahí la cosa. Conocer quién es Dios implica un cambio de vida. Y para él, decididamente lo fue. Dejó definitivamente las redes para seguirle. Nuestra fe en Dios nos pide crecer, nos ayuda a crecer y a madurar; y eso se traduce también en que nuestro compromiso crece, con la fe, con la Iglesia y con el tiempo que dedicamos a los demás, y en definitiva las tres cosas son lo mismo. A nosotros como a Pedro, Dios nos llama por nuestro nombre y nos dice “Tú eres… y a ti te necesito también en mi Iglesia”.

 

  1. “El Señor me libró de todas mis ansias”. Lo hemos recitado en el salmo, y es algo precioso y reconfortante. Lo que parecía que te iba a consumir, el hoyo del que parecía nunca ibas a salir… tantos sufrimientos y malos ratos, para ahora verte felizmente libre de todo. El Señor nos libra de nuestras ansias, no nos quiere ansiosos, timoratos, apocados… La experiencia auténtica de fe siempre libera, siempre redime, siempre ayuda a superar bloqueos, complejos y mediocridades; hace crecer en nobleza y autenticidad, esto siempre que no se lleve a engaño, siempre que me deje acompañar y sea capaz de ser criticado, corregido. Es Dios quien te libra de tus ansias, no eres tú mismo, ni tu autoconciencia, ni tu “karma”, ni tus chacras abiertos… Dios.

El_Greco1

  1. “He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe… el Señor me ayudó y me dio fuerzas para anunciar íntegro el mensaje”. Ojalá pudiéramos decir también nosotros eso con Pablo. Me gusta la idea activa que da Pablo de la fe: un combate, una lucha, una carrera… hay que superar obstáculos, recorrer trecho y mantener, en todos los avatares posibles, la fe. Es el tesoro que tenemos que cuidar, pues en cualquier momento aparece fácil la tentación de debilidad, de “tirar la toalla”, de dejar de correr… contamos con su ayuda, con su apoyo. Dice Pablo “el Señor me ayudó”, y esa es también nuestra experiencia, Dios no nos deja solos. cuando nos llama y nos da una misión no se olvida de nosotros, no nos deja abandonados. Él camina y corre y lucha a nuestro lado. ¿Cómo va tu combate, tu carrera…? Tranquilo, no vas sólo… y esto aún no ha acabado. Sigue adelante, confía, ama.

 

Víctor Chacón Huertas, CSsR [/box]