Mártires de Madrid

Los Misioneros Redentoristas se instalaron en Madrid el año 1869, buscando refugio de la persecución sufrida en sus casas españolas durante la revolución de 1868. Peregrinando por varias casas de Madrid, fueron a instalarse en 1870 junto a la iglesia de S. Pascual, en el Paseo Recoletos. Allí permanecieron hasta que en 1879 el Cardenal Moreno les concedió la Iglesia de Santa Bárbara, llamada “de las Salesas”. Esta fue la primera residencia canónica que los hijos de San Alfonso tuvieron en Madrid. En ella permanecieron hasta que en 1892 abrieran los Redentoristas dos residencias en la capital de España.

Ese año de 1892 el Nuncio de Su Santidad encomendaba a los Redentoristas la Basílica Pontificia de San Miguel Arcángel de Madrid (en la imagen), y se instalaron en la casita aneja de la Plaza del Conde de Miranda. Todavía quedó un resto de la Comunidad Redentorista en Santa Bárbara, hasta el 6 de julio de ese mismo año de 1892, en que procesionalmente se trasladaba el Icono del Perpetuo Socorro y, con él, la Comunidad de Misioneros al Santuario del Perpetuo Socorro, a la calle Garcilaso (hoy Manuel Silvela 14). Desde 1892 hasta el 8 de noviembre de 1959, en que se deja la Basílica Pontificia de San Miguel, estas han sido las dos Comunidades que la Congregación del Santísimo Redentor ha tenido en Madrid.

En el mes de junio de 1936 llegó de Roma el nombramiento de superiores para el trienio 1936-1939 y el reajuste del personal en las comunidades redentoristas. Dichos cambios se desarrollaron a inicios de julio de 1936; algunos de los redentoristas acababan de llegar a sus comunidades al inicio de la persecución. De los doce Siervos de Dios Mártires, tres (Antonio Girón, Donato Jiménez y Crescencio Ortiz) acababan de llegar a Madrid y uno (Ángel Martínez Miquélez) se acababa de cambiar de casa.

El domingo, 19 de julio, celebraron los Redentoristas el Santísimo Redentor, su Titular. Por los datos obtenidos de los documentos consultados, y que ahora presentaremos, las celebraciones pudieron realizarse, aunque por la tarde ya hubo algo de tumulto por las calles.

En la Comunidad de S. Miguel ese día 19 de julio ya algunos miembros durmieron fuera de casa, regresando al día siguiente por la mañana a celebrar las misas. El 20 de Julio únicamente pudieron celebrar las dos primeras eucaristías con las puertas abiertas, debido al continuo tiroteo y gran tumulto por el Asalto al cuartel de la Montaña; cerraron las puertas, consumieron el Santísimo Sacramento para evitar la profanación y después de comer fueron saliendo poco a poco, cada uno hacia el lugar de refugio indicado. La Comunidad fue disuelta. Los que se acercaron al día siguiente pudieron ver la sacristía ardiendo, las puertas cerradas y la ausencia de noticias sobre alguno de los hermanos.

La comunidad del Santuario del Perpetuo Socorro (en la imagen) también pudo celebrar la Solemnidad del Santísimo Redentor. El día 20 siguieron las puertas del Santuario abiertas y se celebraron todas las eucaristías. No obstante esa noche algunos la pasaron fuera de casa. El día 21 se celebraron únicamente las primeras misas de la mañana, se consumió el Santísimo Sacramento, y con dificultad se desalojó el Santuario, cerrándose las puertas hasta después de acabada la guerra. La comunidad se reunió para comer antes de lo previsto, y después, ya vestidos de paisanos, se dispersaron todos los religiosos. A partir del 20 de julio en S. Miguel y del 21 en el Perpetuo Socorro cada cual tuvo que vivir su propia odisea y esquivar como pudo la persecución religiosa. En ésta sucumbieron doce Redentoristas: 4 de la Comunidad de S. Miguel y 8 de la comunidad del Perpetuo Socorro; seis de ellos sacerdotes y otros seis hermanos.

A continuación, presentamos las biografías y martirio de los doce redentoristas Siervos de Dios que padecieron persecución y martirio en Madrid en 1936. El orden que seguimos es el orden cronológico de su martirio.

Crescencio Ortiz nació en Pamplona en 1881. El Siervo de Dios era el mayor de tres hermanos. A los pocos años, la familia emigró en busca de un mejor porvenir, primero a Vitoria y más tarde al pueblecito alavés de Villareal donde Crescencio comenzó a ir a la escuela. Aliviada la economía familiar, regresaron y se establecieron en Pamplona. Al terminar la escuela se puso a buscar trabajo, pero ningún oficio se adaptaba a su persona. Un día entró en la Basílica de San Ignacio de su ciudad. Le gustó el hábito de los religiosos redentoristas, su recogimiento y, sobre todo, el cuadro de la Virgen. Desde aquel momento volvió allí más de una vez a orar hasta que un día se atrevió a dar el paso y se presentó al Rector de aquella comunidad manifestándole su deseo de hacerse religioso. Examinado sobre sus cualidades y arregladas las cosas, a los 12 años ingresó en El Espino (Burgos), jovenado de los Misioneros Redentoristas en España. Según parece, era un tanto trasto y no muy dado al estudio.

Profesó en 1900 y cursó la carrera sacerdotal en Astorga (León). Sus contemporáneos lo retratan como hombre de gran nobleza y sinceridad, trato agradable y gran imaginación. Muy trabajador y esmerado en todo cuanto se le encomendaba. Fue ordenado sacerdote el 28 de diciembre de 1905. En 1906 queda adscrito a la comunidad de Astorga. Al año siguiente va a Cuenca a realizar el Segundo Noviciado. Sin terminarlo volvió a Astorga requerido por los Superiores para dedicarse a la docencia. Explicó Filosofía hasta 1908, año en que abandona la docencia para dedicarse a las Misiones, fundamentalmente en Galicia, Madrid y Valencia. En 1927 es destinado a la comunidad del Perpetuo Socorro de Madrid como misionero. En 1929 es destinado a Barcelona. Desde Barcelona, en los nombramientos de junio de 1936, fue destinado en un principio a América, pero debido a un problema de salud fue trasladado a Madrid, San Miguel; allí hacía una semana que había llegado, el 13 de julio de 1936, cuando le sorprendió la persecución religiosa. Será uno de los primeros Redentoristas caídos víctimas de la Revolución.

Cuando estalla la Guerra Civil y con ella la persecución religiosa, el Siervo de Dios salió de casa con el P. Calvo en la tarde del día 19 de julio, con la intención de hospedarse en la Torre de los Lujanes, en la Plaza de la Villa, donde el P. Calvo tenía buenos amigos. Pero éstos no se atrevieron a recibir a dos religiosos en una casa oficial. El P. Ortiz prefirió volver al convento y allí pasó la noche del 19 de julio. El día 20, después de comer salió con el P. Miquélez y el H. Gabriel en busca de refugio, atrapados a la salida de casa y juntos dieron testimonio de su fe. Fueron martirizados en la Casa de Campo de Madrid.

Ángel M. Miquélez contaba el día de su martirio con 29 años. Había nacido el 2 de marzo de 1907 en Funes (Navarra). A los 5 años toda la familia se trasladó a Argentina con la esperanza de mejorar su situación económica. No tuvieron suerte y se vieron obligados a volver. Unos meses después de regresar moría la madre de Ángel, contando éste tan sólo ocho años. Su tía Magdalena marcó su educación y su vida. Por su parte su padre logró que le admitieran de forma gratuita en el colegio de los Escolapios de Pamplona. Aquí hizo el niño la primera comunión y pasaría los años de su infancia. Tuvo lugar una Misión en Funes, predicada por los Redentoristas. Los misioneros fueron el P. Prieto y el Siervo de Dios P. Donato Jiménez (martirizado también en Madrid en 1936). Durante estos días Ángel se encontraba en el internado. La madrina Magdalena habló a los misioneros de su sobrino y ahijado, del que sabía que sentía inclinación al sacerdocio. Como no pudieron encontrarse con él, esperaron todos y cuando regresaron los misioneros con motivo de la renovación, pudieron los misioneros entrevistarse con Ángel, un muchacho entonces de 11 años. Éste cuenta como quedó admirado de la vida que llevaban los misioneros. A fines de febrero de 1918, el P. Jiménez encaminó a Ángel hacia El Espino (Burgos), Seminario de los Redentoristas de España.

Su corta carrera sacerdotal y religiosa sigue este itinerario. En 1925 hizo su profesión religiosa y estudio filosofía y teología en Astorga (León). Era bueno y estudioso. En talento se mantenía siempre en las cimas del sobresaliente. Fue ordenado presbítero en 1930. Terminado su período en el Estudiantado viaja a Nava del Rey (Valladolid) para realizar su Segundo Noviciado bajo la tutela del S. D. Antonio Girón; reclamado antes de acabarlo, en 1931 ha de dirigirse a Astorga para ser profesor de Filosofía allí. En septiembre de 1932 se hace cargo de las clases de Literatura. En Astorga residirá hasta enero de 1934. Agotado por el estrés, sufre una crisis nerviosa y en enero de 1934 se traslada unos meses a El Espino (Burgos) para reponerse. Lo logra plenamente. Durante este tiempo de descanso predicará misiones en Álava. En mayo de 1934, dejará las clases y el Estudiantado y es destinado a Granada. El 6 de octubre de ese mismo año va camino de Madrid, a la Comunidad del Perpetuo Socorro para hacer de Secretario particular del P. Provincial. Hombre bondadoso, serio y muy responsable. En junio de 1936 lo trasladaron a la Comunidad de la Pontificia de San Miguel para hacerse cargo de los jóvenes. Allí le sorprenderá la Revolución a los pocos días de su traslado. Iniciados los tumultos no salió del convento hasta el 20 de julio, con el P. Crescencio Ortiz y el H. Gabriel. Sorprendidos en la calle por un grupo de milicianos, corrieron la misma suerte y no se supo más de él.

El S.de D. conocido en la Congregación como H. Gabriel nació el 23 de julio de 1896 en Melgosa (Burgos). Bautizado ese mismo día, le pusieron el nombre de Bernardo. Muy niño sintió inclinación al estado religioso pero sus padres se opusieron. De joven, sus amigos le llamaban “el fraile” por su piedad. Como parecía imposible responder a la llamada de Dios, se encomendó a la Virgen del Perpetuo Socorro y, por medio de su hermana, consiguió entrar en los Redentoristas en 1919. Fue postulante en El Espino (Burgos) y novicio en Nava del Rey (Valladolid). El 13 de noviembre de 1920 pudo hacer su profesión religiosa, adoptando el nombre de Hermano Gabriel. Después de profesar quedó adscrito a la comunidad de Nava del Rey. En 1922 lo encontramos en la de Pamplona (Navarra). En 1923 regresa a Nava del Rey donde realiza el Segundo Noviciado que termina con su Profesión Perpetua el 25 de marzo de 1924. Desde abril de ese año es adscrito a la comunidad de San Miguel de Madrid. Allí permanece hasta 1936, el que el Señor le llamará a su lado en la tarde del 20 de julio.

Sirvió a la comunidad en la cocina en todas las casas donde estuvo. Estuvo una temporada en el palacio de la Nunciatura aprendiendo el oficio con las religiosas Oblatas del Santísimo Redentor, encargadas entonces de los servicios de la Nunciatura. Cuantos le conocieron comienzan y no acaban el elogio de sus virtudes. Un verdadero santito. Estaba preparado para el martirio y la posibilidad de serlo no era ajena a sus cálculos. Horas antes de su muerte salió disfrazado a llevar ciertas cosillas de uso doméstico a casa de Dª Petra Muñoz, la cual recuerda que estaba el buen religioso tan cercano, tranquilo y desprendido de todo, que le dijo al despedirse: “estoy tan preparado que no me perturbará si me cogiesen ahora mismo y me pegasen cuatro tiros, y hasta me alegraría”. Cuando estalló la Revolución no salió del convento hasta el 20 de julio. El mismo día de su salida fue sorprendido en la calle por un grupo de milicianos, junto con los Padres Ortiz y Miquélez, corriendo la misma suerte. Nada se ha podido saber de él por muchas averiguaciones que se hicieron. Tenía cuarenta años cuando Dios le coronó con el martirio.

El H. Nicasio Pérez del Palomar Quincoces es el más venerable, por su edad, de los Redentoristas martirizados en la persecución religiosa de 1936-39 en España. Contaba setenta y siete años cuando fue llevado al suplicio y ratificó con la propia sangre su consagración religiosa. Había nacido en el pueblo alavés de Tuesta el 2 de abril de 1859. No poseemos detalles de su infancia. De su juventud únicamente sabemos que participó en las guerras carlistas en las listas de los liberales; por comentarios que oyeron algunos de sus coetáneos sabemos que en ellas se mostró valiente y decidido, características que poseerá a lo largo de su vida. Esto le motivó para entrar como soldado de Cristo cuando contaba poco menos de 25 años. Entró como postulante en El Espino (Burgos) y se le da el oficio de carpintero. En 1883 es destinado a Astorga (León) y en 1884 a Nava del Rey (Valladolid). En 1885 sale para El Espino (Burgos) para hacer el Noviciado. Emitida su profesión y vistas sus cualidades, en 1891 es enviado a Contamine (Francia) a formarse en el oficio de hortelano. De regreso de Francia en 1893, vuelve de nuevo a El Espino donde pone en producción los terrenos e incluso se dedicará al arte de la apicultura. Estará en El Espino como encargado de la huerta hasta mediados de 1901, en que el Provincial le cambia de oficio, poniéndole al lado del H. Luís para aprender el arte de la Maestría de obras. Da comienzo en su vida un incesante ir y venir de casa en casa solicitado por las necesidades de éstas, ya en las obras, ya en las obras de carpintería, ya de la huerta.

Mantuvo su fuerte temperamento incluso en el momento de la ejecución. Uno de los guardias testigo de la ejecución cuenta que salió exclamando: “¡Qué energía tiene ese viejo!”. Muy trabajador e inteligente; muy impuesto en los oficios que ejercía, que eran muchos: carpintero, horticultor, apicultor, albañil, director de obras. Su habilidad e inteligencia le sirvieron para que depositaran en él la confianza los distintos Provinciales encomendándole trabajos que requerían cierta pericia. Entregado al trabajo y a la oración había pasado su larga vida sin preocuparse de lo que pudiera pasar por el mundo. Cuando estalló la revolución era un anciano venerable, medio ciego, que se acercaba a los 80. Conservaba la energía indómita de su temperamento. Pero fuera de esto, uno se pregunta qué podía haber en aquel anciano venerable, que pudiera constituir un peligro para el régimen, que le hiciera merecedor de la muerte a una edad en que las leyes indultan aún a los criminales. Lo único que había es que era religioso. Con razón podía decir al jefe del pelotón que le iba a fusilar: “¿Y te atreves a matar a un viejo que puede ser tu padre y aún tu abuelo?”. Se atrevieron porque el odio infundido por la revolución había acabado con todo sentimiento humano.

Desde que salió de la Residencia del Perpetuo Socorro el 19 de Julio de 1936 hasta el momento de su muerte, su vida estuvo estrechamente unida a la del H. Gregorio Zugasti, quien no quiso abandonarlo y se convirtió en su compañero de calvario y de martirio. Ambos fueron detenidos el 14 de agosto y pasaron a la comisaría de Chamberí. El H. Gregorio, camino del martirio, dijo a los milicianos: “Nos lleváis como los judíos a Cristo”. El primero en caer fue el H. Gregorio. Cuando llegaron al H. Nicesio les pidió que le dejaran rezar una oración y que después le podían disparar; y así lo hicieron. Según el Acta de defunción, su martirio tuvo lugar en el Km. 7 de la carretera de Castellón en torno a las 5 hrs. de la madrugada del 16 de agosto.

Nació el H. Gregorio Zugasti Fernández de Esquide en Murillo de Yerri (Navarra), no lejos de Estella, el 12 de marzo de 1884. El que fuera sacerdote del pueblo natal dice que ya desde una edad temprana demostraba tener gran temor de Dios y deseo de agradarle, que con el paso del tiempo se manifestó con la búsqueda de la soledad y la oración, que le inclinó hacia la Vida Religiosa. En 1906 entra de postulante en Pamplona (Navarra) y a los pocos meses va a Astorga. Está como postulante con el oficio de aprendiz de cocinero dos años en Astorga y en marzo de 1908 marcha a El Espino (Burgos) para iniciar su Noviciado. El 18 de abril de 1909 termina el Noviciado y en mayo es destinado al Perpetuo Socorro de Madrid, aún como novicio, con el oficio de auxiliar en la Administración de la Revista “El Perpetuo Socorro”.

Desde enero a mayo de 1909 es cedido a la Comunidad de San Felipe de Cuenca para hacer de enfermero. Regresa en mayo de nuevo al Perpetuo Socorro de Madrid, donde está trabajando en la Administración de la Revista hasta junio de 1912 en que de nuevo va camino de El Espino. Profesa el 25 de diciembre de 1912. Desde ese momento es destinado de nuevo a Madrid, a la Residencia del Perpetuo Socorro y allí seguirá hasta su muerte. A partir de ese momento toda su vida la pasó trabajando en la Administración de la Revista del Perpetuo Socorro, como oficial y gerente. Físicamente era fuerte y corpulento. Como rasgos de su personalidad cuantos le trataron destacan que era muy trabajador y sumamente ordenado; servicial, prudente, respetuoso, serio, bondadoso y obediente. De su caridad y abnegación tenemos una buena prueba en su conducta con su compañero de martirio el anciano H. Nicesio, al que unió su destino por no dejarle solo en su ancianidad.

Por su trabajo conocía muy bien Madrid, y mantenía relación con muchas personas, lo que le hubiese permitido salvarse. La caridad hacia el H. Nicesio, viejo y casi ciego, y que hacía poco que había llegado de Santander, le unió a su suerte. Esto le ha merecido por parte de algunos el apelativo de Mártir de la caridad. En Madrid estaba, en su puesto de la Editorial, cuando estalló la revolución. Salió de casa el día 19 de julio de 1936 y después de una odisea que se prolongó casi un mes, juntos él y el H. Nicesio, fueron llevados hasta la muerte.

Nacía el Siervo de Dios en Irañeta (Navarra) en 1877. Su infancia transcurrió en el pueblo natal, donde se encuentra el popular Santuario navarro de San Miguel. Tuvo un hermano sacerdote de la Diócesis de Pamplona y otro hermano, Lorenzo Lizasoaín, que profesó como Marista, murió también mártir en la Persecución religiosa de 1936 en Toledo. Poco más sabemos de su infancia, salvo que su lengua materna era el euskera. Cuando contaba 12 años, en febrero de 1889, ingresó en El Espino (Burgos) como jovenista, para formarse y ser Redentorista, sin apenas saber hablar en castellano. Sus progresos en el seminario redentorista de El Espino fueron pocos, debido a la dificultad de la lengua. No obstante, debido a su bondad y piedad, pudo ir en 1895 a Nava del Rey (Valladolid) para continuar su proceso de formación. Emitirá sus votos en 1896. Era muy inocente, muy caritativo, rezador, celoso; tenía bastante juicio práctico, y aunque le faltaba algo de talento teórico, era muy listo para las cosas materiales. Emitida su profesión fue a la Casa-Estudiantado en Astorga (León). Puesto que el nivel académico que presentaba el Siervo de Dios era insuficiente para comenzar los estudios de Filosofía, los superiores creyeron oportuno que realizara dos cursos previos. En octubre de 1898 comenzaba la Filosofía. En 1899 recibía la Tonsura y las Órdenes Menores de manos del Obispo de Astorga. Entre 1900 y 1902 realiza los estudios de Teología Dogmática.

Al inicio de 1903, estudiando Moral, y cerca ya de su Ordenación comenzó su martirio. Los superiores le comunicaron que no podía continuar los estudios para el sacerdocio por su falta de talento teórico. Se le ofrecieron dos posibilidades, o bien abandonar la Vida Religiosa o bien continuar en ella como Hermano coadjutor, si quería seguir en la Congregación. La disyuntiva le sume en una crisis nerviosa y viaja a su casa para descansar. Regresa con la intención de llegar a ser sacerdote en el momento propicio. Destinado como sacristán al Perpetuo Socorro de Madrid, y en 1904 a Granada, espera el momento en que de nuevo pueda continuar sus estudios. Pero no se le da más opción que ser Hermano coadjutor redentorista. Nunca le abandonará el sufrimiento de su sacerdocio malogrado. Con él irá durante treinta años.

En Granada estuvo desde 1904 a 1918 desempeñando tareas de sacristán, portero y ecónomo de la Comunidad. En 1918 va destinado a Valencia. De Valencia va a Madrid en 1920, donde residirá hasta su muerte. Aquí vive en la comunidad de San Miguel desde 1920 a 1922 cuidando del anciano y ciego P. Azevedo. En mayo de 1922 es destinado al Santuario del Perpetuo Socorro de Madrid, donde residirá hasta el 19 de julio de 1936 en que saldrá de la residencia para refugiarse en una casa particular. El Siervo de Dios salió de su residencia el 19 de julio de 1936, y durante las primeras semanas de la persecución estuvo refugiado en casa de Dña. Emilia Alcázar, cerca del Santuario del Perpetuo Socorro. Allí permaneció casi un mes; al comienzo con el H. Pascual y después con el H. Máximo. A aquellos que le visitaban les decía: “me encuentro bien y ya he ofrecido mi vida por Jesucristo”. Antes de salir de casa de Dña. Emilia quemó todos los escritos que le podían comprometer y dejó allí los libros piadosos. El día 14 de agosto de 1936 se trasladó a la Calle Larra, al piso de una rusa llamada Lydia. El día 16 de agosto se presentaron los milicianos para un registro, pero presentándose la dueña como rusa desistieron. Ya se marchaban cuando ésta les dice: “Tengo aquí un huésped que debe ser un fraile”. Inmediatamente echaron mano del Hermano. Éste les pidió que le permitieran entrar en el cuarto de baño; allí se puso a romper papeles que le podían comprometer, como era el diario que seguía escribiendo. Como tardaba en salir y oyeron ruido de papeles, los milicianos entraron violentamente en el cuarto de baño y todavía lograron coger algunos de los papeles que bastaban para la perdición de su autor. Parece ser que le llevaron a la checa de Bellas Artes. Se da como fecha probable de su muerte el 17 de agosto, tal como aparece en un Acta de defunción del Juzgado Municipal de Chamartín de la Rosa.

Es el más joven de los mártires Redentoristas. No contaba más que 27 años cuando su vida quedó truncada. Nació en el pueblecito burgalés de Ayuelas, en 1909. Como él mismo señala, inclinado a la vida religiosa y a la piedad, comenzó a ayudar a misa al Párroco del pueblo. Comenzó a tomarle cariño al monasterio redentorista de El Espino (Burgos) que dista unos 3 kms. de su pueblo. Aunque al principio la economía familiar no permitió que ingresara en el seminario redentorista, el Director del mismo, sintiendo compasión y viendo las buenas disposiciones del niño, hizo las gestiones necesarias y le abrió de par en par sus puertas. Durante los cinco años que estuvo allí (1921-1926) su mayor sufrimiento fue la falta de talento. Por mucho que estudiaba apenas daba para el aprobado, aunque nunca perdió la esperanza de profesar y ordenarse de sacerdote. En 1927 hizo su profesión religiosa en Nava de Rey (Valladolid), al concluir el Noviciado. Pasó a la casa de Astorga (León) donde estudió la Filosofía y la Teología desde 1927 a 1932. Los estudios le costaron mucho, ya que necesitaba mucho más esfuerzo que el resto de sus compañeros para obtener calificaciones menores que ellos. Sin embargo, su esfuerzo y tenacidad hicieron que fuera posible el terminarlos. Fue ordenado sacerdote el 2 de octubre de 1932. La terminación de los estudios no puso término a sus sufrimientos: estaba aquejado de una profunda enfermedad psicológica. Peregrinó por varias comunidades: La Coruña, Cuenca (1934), Vigo (1935), pero finalmente es enviado a Madrid, con la esperanza de que el P. Otero, superior del Perpetuo Socorro y anterior formador suyo, pudiera ayudarle en sus crisis de escrúpulos y neurastenia. En Madrid permaneció hasta su muerte.

El 20 de julio de 1936 salió de la residencia con el S.D. Rafael Perea (H. Máximo) y se refugiaron en casa de los Señores Nandín. A los pocos días, el H. Máximo cambió su refugio por el H. Pascual que corría peligro donde se encontraba. A partir de ese momento la vida y pasión del P. Urruchi camina paralela con la del H. Pascual (S.D. José Joaquín Erviti); sin embargo les separará el momento final, puesto que los cadáveres fueron recogidos en lugares distintos. En la casa de los Nandín vivieron ambos como en un convento: el S.D. José Mª Urruchi pudo celebrar la misa todos los días en la capilla familiar. El 21 de agosto entraron los milicianos a registrar la casa y los detienen. Parece que los llevaron a la Checa del Palacio de Rodas, Calle Españoleto nº 19. La misma noche el portero de la casa contestó a la señora de D. Roberto Nandín, que le pidió noticias de los detenidos: “De D. Roberto no sé nada; a los frailes los matan esta noche”. En el Palacio de Rodas coincidieron con D. Rafael Arrizabalaga, el cual se confesó con el Siervo de Dios José Mª Urruchi; lo vio rezando hasta el final. De allí los sacarían para fusilarlos. El P. Urruchi fue martirizado la madrugada del 22 de agosto, en la carretera de Andalucía.

Nacía el Siervo de Dios en 1902 en Echalecu (Navarra). En su familia hacía el número 11 en una serie de doce hermanos. A los siete años perdió a su madre. Ayudaba a misa e iba con el ganado. Su deseo era hacerse sacerdote, pero se encontró con la oposición de su padre. Cuando tenía ya 16 años, su padre estaba dispuesto a que estudiara para sacerdote, pero él se veía para entonces ya muy mayor y por esa razón no quiso él. Tuvo que ir a Pamplona de soldado. Allí oía misa todos los días. Al volver al pueblo siguió siendo el que había sido siempre. De nuevo en el pueblo, dedicado al pastoreo y a la caza, volvió a sentir la llamada de Dios. Para tomar la decisión, del 21 al 27 de febrero de 1926 fue a Loyola (Vizcaya) de Ejercicios Espirituales. Como no acaba de resolverse decidió hacer otros ejercicios en febrero de 1927.

Al fin, un día de mediados de agosto de ese mismo año le dijo a su hermano mayor que se había decidido a ingresar en la Vida Religiosa. Primero pensó en ser Jesuita, pero el cura lo encaminó a los Redentoristas. Ahora el obstáculo para resolverse en su decisión era la enfermedad Terminal de su anciano padre, que moría en mayo de 1928. Solucionado ya este último obstáculo, a los 26 años entraba como Postulante en la Comunidad Redentorista de Pamplona. Hizo seis meses de postulantado en El Espino (Burgos). Al principio le costó, asaltándole muchas dudas sobre su vocación; cuenta él mismo que se encomendó a la Virgen del Perpetuo Socorro el día de su fiesta (27 de junio) y desaparecieron las vacilaciones. El 31 de diciembre de 1928 llegaba a la Casa Noviciado en Nava del Rey (Valladolid). Para significar el cambió de vida adoptado cambió de nombre: Hermano Pascual. Profesó el 24 de febrero de 1930. Emitidos ya sus votos, el 1 de marzo de 1930 va a Astorga (León). Le encomendaron el oficio de las cuadras y el de cocinero segundo. El 23 de diciembre de 1934 va destinado al Santuario del Perpetuo Socorro de Madrid, el escenario de su martirio. Durante el año y medio que va a estar en Madrid, trabajará en la cocina. Aquí en Madrid hará su Profesión Perpetua en1935. La impresión que dejó entre aquellos que le conocieron es el de una persona muy buena y sencilla, afable y humilde, con una honda experiencia de Dios que se ve manifestado en la vivencia de las virtudes en grado heroico. No es de extrañar que impresionadas por una personalidad con tales virtudes, algunas personas, tras conocer su muerte a consecuencia de la persecución religiosa de 1936, se encomendasen a él y pidiesen a Dios algún favor.

El H. Pascual fue junto con el H. Aniceto Lizasoaín a la casa de Dª Emilia Alcázar, madre del P. Antonio Hortelano C.Ss.R., el día 21 de julio de 1936. Allí estuvo unos tres días, y tuvo que salir porque parece que le seguían la pista. De él recuerda Dña. Emilia Alcázar que tenía bastante miedo a los acontecimientos. Por el peligro que corría en aquella casa, tuvo que cambiarse por el H. Máximo e irse con el P. Urruchi a la casa de los Sres. Nandín. Siendo el Siervo de Dios el más joven de los Hermanos coadjutores martirizados, Dios lo juntó para el martirio con el más joven de los Sacerdotes, el P. Urruchi. Juntos estuvieron casi un mes en casa de Don Roberto Nandín, hasta que los tres fueron detenidos el 21 de agosto de 1936. La esposa de D. Roberto manifiesta que cuando se los llevaron “los pobres sin queja y al parecer con valor, y el Hermano al enterarse que se llevaban a mi marido dijo ‘¡Dios mío que me maten a mi y no a D. Roberto, con lo que ha hecho con nosotros!’. Y en el momento de salir se volvió a mi suegra y a mi y nos dijo ‘que Dios les pague todo’”. El cadáver del Siervo de Dios fue recogido en la mañana del 22 de agosto de 1936 por la Cruz Roja en la Pradera (puede ser la Pradera de San Isidro), en el término municipal de Madrid y llevado al Depósito Judicial.

Nació el Siervo de Dios en Campo, cerca de Ponferrada, en 1871. Niño con gran talento. Huérfano de padre, su madre soñó que fuera su apoyo en la vejez. De ahí que tuviera que vencer las resistencias familiares para seguir la llamada de Dios. Ingresó en 1882 en el Seminario diocesano de Astorga en calidad de externo. Allí cursó hasta la filosofía con magníficas calificaciones. Repetidas veces había sentido inclinación a la vida religiosa. Un día en el paseo, se cruzó con un grupo de Novicios Redentoristas. Al verlos tan recogidos le entraron ganas de hacerse uno de ellos. De nuevo tuvo que vencer la oposición de sus familiares para ingresar en la Vida Religiosa. El día de la Visitación de 1888 ingresaba en el convento de Astorga.

Profesó en 1889, en Nava del Rey. Volvió a Astorga a continuar sus estudios y el 19 de mayo de 1894 era ordenado de sacerdote en la Catedral de León. Fundamentalmente se movió por las Comunidades de Nava del Rey (Valladolid), donde estuvo en cinco periodos de su vida, sumando casi 20 años; en el Perpetuo Socorro de Madrid sumó más de doce años los seis periodos de vida que estuvo destinado allí. Las otras dos comunidades donde estuvo destinado, fueron las de Astorga y El Espino, donde sumó unos nueve años en cada una de ellas. Aunque algún tiempo de su vida estuvo al frente de alguna comunidad (Cuenca y Nava del Rey) o lo empleó en el Ministerio Pastoral y Misiones, la mayor parte de su vida la dedicó a los cargos de tipo administrativo y de consejo, muy acordes con su carácter: fue consultor provincial y secretario en cuatro ocasiones; por otro lado estuvo mucho tiempo de su vida dedicado a la formación en sus distintas etapas.

El Siervo de Dios Antonio Girón fue una persona inteligente y con buen juicio; para sus superiores fue una persona de confianza con el que pudieron consultar las distintas cuestiones de gobierno. Pero tenía muchos escrúpulos, y las dos veces que le nombraron Rector en Cuenca o Nava del Rey, fue para él una verdadera tortura, tal como manifiesta en sus cartas. Ésta fue la razón por la que se retiró de toda actividad pública cuando todavía estaba en condiciones de trabajar y que se dedicara más bien a la vida administrativa y de consejo. El 20 de julio de 1936 salió del convento y se refugió a la espalda del Santuario de El Perpetuo Socorro. Para no causar molestias a la familia, no se acostó en las tres noches que allí permaneció. Deseoso de celebrar misa, el 23 de julio ingresaba en el Asilo de las Hermanitas de los Pobres de la calle Almagro. Celebraba misa todos los días y confesaba a las religiosas. El 15 de agosto hubo aviso de que efectuaría un registro la policía. Para su seguridad se le trasladó al Asilo que estas Hermanitas tenían en la calle del Doctor Ezquerdo. Allí estuvo como un anciano más 15 días. Coincidió allí con el Sacerdote Paúl, el Siervo de Dios Manuel Requejo Pérez. Únicamente sabían que eran sacerdotes las Hermanas Superiora y Asistenta. Pero el anciano que acompañó al Siervo de Dios desde el Asilo de la calle Almagro al de la calle Dr. Ezquerdo debió dar el soplo a la policía. El día 25 de agosto los milicianos del Comité de Pacífico incautaron el Asilo. El Siervo de Dios comenzó a tener miedo. El domingo 30 de agosto los dos sacerdotes tuvieron un interrogatorio. “Si me descubren, había dicho unos días antes el P. Girón, no ocultaré mi condición de religioso y sacerdote”. Llamó la atención la decisión del P. Girón que de ordinario era un poco pesado y torpe de movimientos, cuando los milicianos le mandaron subir al camión. Una vez en el coche, desaparecieron y ya no se supo más de ellos. Las religiosas preguntaron después por su suerte; dijeron algunos que mientras los llevaban en el coche iban rezando los dos y que se dieron mutuamente la absolución. Las disposiciones en que los dos religiosos se encontraban en los últimos momentos las revela una conversación de los asesinos de vuelta de su triste faena: “Hay que ver estos tíos. Sin soltar el rosario hasta el fin”. Según unos, los fusilaron junto a las tapias del Hospital de San Juan de Dios; según otros, en las mismas cercanías del Asilo, a juzgar por lo poco que tardaron en volver los asesinos.

Nació en Alaejos el 21 de marzo 1873. Huerfano de padre a edad temprana, Donato era un niño vivo y travieso. Con 14 años asiste a una Misión Popular en su pueblo, y se queda admirado de la personalidad de los redentoristas. Cuando se marcharon los misioneros cambió completamente de vida. Él mismo cuenta en el Curriculum Vitae como, junto con tres amigos, partió una noche a lomos de un caballo hacia la comunidad de los Redentoristas en Nava del Rey (Valladolid) para felicitar a los Misioneros y celebrar con ellos el centenario del nacimiento de San Alfonso; al llegar, al ser tarde, tuvieron que esperar al amanecer en la puerta del Convento. Después de obtener el permiso de su familia, ingresaba en los Redentoristas del Espino (Burgos) en 1887. De El Espino pasó a Nava del Rey (Valladolid) para el noviciado. Aunque comenzó bien, a la mitad tuvo una fuerte crisis de perfeccionismo y escrúpulos contra los que tuvo que luchar, pugna que le afianzó la vocación. Una vez hubo profesado, fue a Astorga a realizar sus estudios de Filosofía y Teología, y fue ordenado sacerdote en 1899.

De Astorga (León) marchó a Nava del Rey (Valladolid) como ayudante del Maestro de Novicios. Un año después fue a El Espino (Burgos) de profesor de latín. En 1901, al Santuario del Perpetuo Socorro de Madrid y al año siguiente de nuevo para El Espino. Después a Cuenca como misionero. En 1904 volvió a El Espino; en 1907 fue a Astorga. En 1915 es enviado a Pamplona, donde pasa 15 años y es hasta en tres ocasiones Rector de la comunidad. Era religioso de fervor y acendrada espiritualidad que podían comprobar cuantos vivían con él. Bueno con sus compañeros, no era ingrata su presencia en las comunidades. Fue muchos años Superior. Se preocupaba por el bien espiritual de sus súbditos. Optimista a toda prueba. Combinaba las responsabilidades comunitarias con un intenso apostolado misionero. En 1930 pasa a Santander. En 1933 va a Astorga y en diciembre de 1934 es nombrado rector de Vigo. En los nombramientos de 1936 es destinado a la Comunidad madrileña de S. Miguel donde llega el 23 de junio. Hacía dos semanas que se hallaba en su nuevo destino cuando estalló la persecución religiosa. El domingo 19 de julio, Solemnidad del Santísimo Redentor para los Redentoristas, después de cenar, abandonaba la Residencia y se refugiaba en casa de su amigo Jerónimo Fernández Puertas, nº 8 de Cava Baja. Allí vivió hasta el 12 de septiembre. El 13 se presentaron los milicianos hacia el mediodía. Sabían a qué venían. Cuando dieron con el equipaje del P. Jiménez exclamaron: “Hoy ha caído un pájaro de cuenta”.

Los llevaron a él y a su protectora a la Checa de Fomento. El P. Jiménez fue encerrado en la celda nº 5, en los sótanos de la célebre Checa. Apenas llegó dijo a los encarcelados: “Señores, soy religioso redentorista. Por eso me han detenido”. En la cárcel el Siervo de Dios siguió siendo el sacerdote apóstol, ayudando a los presos, sobre todo a aquellos a quienes veía más desalentados, procurando infundirles su optimismo. Él estaba seguro de su libertad. Su optimismo cambió después de uno de los interrogatorios. Imposible ocultar su personalidad. En el tribunal había uno que le debía conocer por las preguntas tan detalladas que le hizo sobre su vida y sobre algunos de los congregados. Parece que el Padre se dio cuenta posteriormente que se trataba de un ex-redentorista. Del interrogatorio, el P. Jiménez salió convencido de que su suerte estaba ya echada. El 16 de septiembre confesó a uno de los detenidos, Antonio Gómez. Cuenta éste que ésta fue la exhortación que le hizo: “En último término, hijo mío, si nos matan, ya sabemos lo que tenemos que hacer: gritaremos con todas nuestras fuerzas: Viva Cristo Rey… y entraremos en el cielo”. Pronto tendría él ocasión de hacerlo. El 17 a altas horas de la noche, se oyó la voz de un miliciano: “Donato Jiménez, a declarar. Toma”. Y le dio una papeleta en blanco: era la sentencia de muerte. El P. Jiménez no volvió a la prisión; murió la madrugada del 18 de septiembre en el Km. 12 de la Carretera de Francia, en el término municipal del entonces pueblo de Fuencarral, con el Breviario, el rosario y el Cristo, signos de su fidelidad a Cristo hasta la muerte.

Nacía el Siervo de Dios en 1903 en Murita (Burgos). Estando de misiones en un pueblo cercano el redentorista P. Orive, lo animó a hacerse misionero. Desde entonces ya no pensó más que en ir a El Espino (Burgos), el Seminario de los Redentoristas de España, donde antes le habían precedido su hermano Eduardo y su primo Daniel Pinedo, que para entonces se encontraban ya en el noviciado. En septiembre de 1915 ingresó en el jovenado del Espino, pero pronto se vio que no era aquél su sitio, pues a lo mucho que le costaba el estudio se unía la cortedad de vista en tal grado que temieron que, con el tiempo, podría quedarse ciego. Estaba ya en el curso tercero cuando tuvo que volver a su casa. En Murita hizo ahora de sacristán hasta que, un año después, sus padres lo llevaron a Valladolid y lo colocaron como recadero en el Colegio de los Hermanos de las Escuelas Cristianas. Allí se ganó las simpatías de los Hermanos, que pusieron en él las mejores esperanzas, seguros de que terminaría por quedarse con ellos; pero los designios de Dios eran otros. El 19 de febrero de 1921 fueron ordenados sacerdotes su hermano y su primo, en Astorga (León). Con esa ocasión acudió junto con su familia y acordó con su hermano solicitar ingresar en los Redentoristas, en calidad de Hermano coadjutor.

Hace el Noviciado en Nava del Rey (Valladolid). Adopta el nombre de Máximo, y profesa en 1923. Su corta vida transcurrió la mayor parte en las casas de Astorga (León) y Madrid. Al mes de su profesión fue destinado a la comunidad madrileña de San Miguel; en 1925 fue a El Espino para hacer el Segundo Noviciado, que terminó con su Profesión Perpetua en 1926. En El Espino quedó como cocinero hasta mayo de 1927, en que fue destinado a la comunidad de Astorga como portero, sacristán y ecónomo. Salvo unos meses en 1928 y 1929 que estará ayudando como peón de albañil en el Espino y Santander, en Astorga estará hasta junio de 1933. Finalmente es destinado a Madrid, al Santuario del Perpetuo Socorro, como portero y ecónomo. En Madrid permanecerá hasta el día de su muerte. Su vida se deslizó tranquila en las comunidades en que vivió, sirviendo a sus hermanos en los oficios de cocinero, portero, sacristán y ecónomo.

Era un hermano servicial y habilidoso, querido en la comunidad. El H. Máximo salió de la Residencia del Perpetuo Socorro de Madrid el 20 de julio de 1936 y fue a hospedarse con el P. Urruchi, en casa de la familia Nandín. A los pocos días, debido al peligro que corría en la casa de Dª Emilia Alcázar el H. Pascual se intercambió con él. Se acogió a la hospitalidad de Dña. Emilia Alcázar, viuda de Hortelano con el S. de D. Aniceto Lizasoaín. A los pocos días salió de allí, y se dirigió la calle Jenner, nº 5, donde coincidió con el P. Morán. Por estas fechas aún no conocía el miedo y salía con frecuencia a la calle, pero varios encuentros con los milicianos y le hicieron perder la serenidad. Para ocultar su identidad, el compañero redentorista le dio una cédula falsa con el nombre de Serafín Morán. Después de un registro en la esta casa de la calle Jenner, tuvo que salir sin rumbo cierto en busca de otro refugio. Después de varios percances en la calle con los milicianos, a primeros de agosto entró a trabajar de cocinero en una lechería. El 24 de septiembre, por fallecimiento del dueño, ha de cambiar de refugio. El H. Máximo encontró ese mismo día una pensión en la calle de Santa María nº 45. Allí estuvo hasta las 2 de la madrugada del 2 de noviembre, día en que se lo llevaron preso los milicianos. Junto con el Siervo de Dios se llevaron también a otro joven llamado Ángel Bellot, pero éste regresó a las 4 de la madrugada. Al llevárselos habían dicho los milicianos que el Hermano volvería pronto, pero que el joven lo pasaría mal. Fue todo lo contrario. Llevados a una Comisaría, fueron después llevados a la checa de Fomento; allí sometidos a interrogatorio, el Siervo de Dios dijo que era albañil. Pusieron en sus manos una pala y le mandaron hacer mezcla. Salió mal de la prueba. Entonces dijo que era labrador; pero no tenía manos de labrador. Por fin declaró lo que era. El policía, que volvió a la pensión acompañando al joven Ángel Bellot, dijo que el Hermano lo pasaría mal por haber tratado de engañarles. Nada más se supo de él. Por los datos que en su día se obtuvieron, parece ser que lo llevaron a asesinar a El Pardo. Pero no debieron de llegar puesto que en la mañana del día siguiente de su detención, 3 de noviembre de 1936, su cadáver fue recogido en Ciudad Universitaria.

Nace en Villayuda (Burgos), cerca de la Cartuja de Miraflores, en 1876. Deseoso de ser sacerdote fue al seminario de Burgos. Después de intentar ingresar en los jesuitas y una vez conocidos los Redentoristas en la misión de Agés, uno de los misioneros animó a sus padres a pedir el ingreso en El Espino. Allí estuvo seis años, mostrándose de carácter serio y muy austero. Después de un mes como postulante en la Casa-Noviciado, realiza el noviciado y profesa en 1895. Tras su Profesión pasó a la casa de Astorga (León) a realizar sus estudios teológicos. Terminados sus estudios se ordenó de presbítero en 1901. En abril de 1902 fue destinado a El Espino para hacer el segundo noviciado. En agosto es nombrado profesor del Jovenado de Ntr. Sra. de El Espino y en este trabajo permaneció hasta 1906. Desde este año hasta el 1909 está de misionero, primero en Astorga y después en El Espino.

Predica por tierras de Burgos, Valladolid, León, Galicia. Intervino en la misión de Daroca y en la célebre de Peñacastillo con el P. Sarabia. En 1909 vuelve al Jovenado de El Espino. En 1912 va a Madrid para hacerse cargo de la Revista “El Perpetuo Socorro”. En este cargo permanece hasta 1918. En 1923 va a la fundación de Carmona y vuelve en 1924 a Madrid, hasta su martirio. El 18 de julio abandonó el convento y se refugió en casa de D. Miguel Huidobro, Calle San Opropio 11. A los pocos días de llegar a aquella casa hicieron en ella un registro, pero el P. Renuncio estaba fuera. Al enterarse del registro no quiso volver y se fue a casa de las señoritas de Salinas, en la calle Carranza. Poco tiempo estuvo aquí ya que el 24 de julio aparece en casa de Doña Dolores Rosado, donde permanece hasta el 8 de septiembre. Aun desde aquí seguía saliendo para decir misa y ejercer el ministerio. Un día fue reconocido en la calle por los niños de la catequesis, ante lo cual comenzó a sentir miedo y se deshizo de su documentación.

De la casa de Dña. Dolores pasó a una pensión de la calle Malasaña. Fue su perdición. Sin documentación, sin saber la dueña de quién se trataba, va a caer en manos de la policía en el primer registro. Así fue. Detenido el día 17 de septiembre de 1936, fue llevado primero a la Comisaría de Chamberí, para pasar a la Dirección General de Seguridad, y desde allí, el día 18 de septiembre, conducido a la Cárcel Modelo, galería núm. 2. Al ingresar en la Cárcel Modelo, para ocultar su verdadera identidad, adoptó una identidad ficticia. Su delicadeza espiritual y su conciencia le impedían por una parte mentir; por otra parte temía que su verdadera identidad le llevara a la muerte a causa de la persecución religiosa existente. Así las cosas, adoptó una identidad que le ocultase del peligro de la persecución religiosa, pero que a la par no le supusiese mentir y pecar; ello le llevó a adoptar en público su segundo nombre de pila: Nicasio; y como apellidos comenzó a usar los segundos de sus padres, y por tanto, su 3º y 4º apellido: Manzanedo Arnáiz. Con ello sin faltar a la verdad, escondía su identidad oficial y usada hasta ese momento. En cuanto a su ocupación laboral, dado que había estado en la Administración de la Editorial de El Perpetuo Socorro, se presentó como dependiente de comercio.

Nada más entrar en la Cárcel Modelo trabó amistad con el abogado D. José Rumbao Conde, con el cual compartió también celda; también se encontró en la Galería 2ª de la Modelo con D. Agustín García Guisasola, canónigo de Toledo. Ambos se confesaron mutuamente. Escribe éste del P. Renuncio… “siempre afable y bondadoso, revelando una gran vida interior, prestó su ministerio a muchos presos; más de una vez hablamos del final de aquellas tristes jornadas y siempre se manifestó sereno y tranquilo”. En la cárcel Modelo se encontraba por aquellos días el Superior de su Comunidad del Perpetuo Socorro, el P. Machiñena; dado que D. José Rumbao era el ordenanza de la Galería 2ª, consiguió por medio de él que lo trasladaran a esta Galería e incluso a su misma celda. Desde entonces vivieron juntos.

En la madrugada del 7 de noviembre sonó su nombre en las listas de los que debían ser trasladados. Su compañero de celda, D. José Rumbao, como ordenanza, fue el encargado de leerla; sorprendido en un principio, fue animado por el ordenanza ya que sólo se trataba de un traslado de presos. El Siervo de Dios le pidió un poco de tiempo y quedarse un rato a solas con su Superior. Se confesó con el P. Machiñena, y ante él renovó los votos, que solía hacer todas las semanas en la cárcel. Al despedirse de su amigo, señor Rumbao con un gesto de su abrazo, le dijo: “Ya estoy preparado. Cuando usted quiera amigo. Ya no me preocupa lo que pueda suceder”. Y en voz baja añadió: “Ya me he confesado. Si voy a otra prisión, ya le escribiré. Sino, ya nos veremos en el cielo”. Al salir de la celda exclamó con ánimo resuelto: “Ofrezco mi vida por mis cohermanos de España, por toda la Congregación y por la desventurada España”. Salió de la Cárcel Modelo en la saca del 7 de noviembre. No se tuvo más noticias de él. Su nombre aparece en las listas de los asesinados en Paracuellos de Jarama (Madrid) en la Primera saca del día 7 de noviembre de 1936. Encabeza la lista de la Causa de Canonización.