¡Somos hijos!

¡Somos hijos!

Lectura del libro de los Números

El Señor habló a Moisés: «Di a Aarón y a sus hijos: Ésta es la fórmula con que bendeciréis a los israelitas: “El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor. El Señor se fije en ti y te conceda la paz.” Así invocarán mi nombre sobre los israelitas, y yo los bendeciré.»


Salmo 66


R/.
El Señor tenga piedad y nos bendiga

El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación. R/.

Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra. R/.

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe. R/.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas

Cuando se cumplió el tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la Ley, para rescatar a los que estaban bajo la Ley, para que recibiéramos el ser hijos por adopción. Como sois hijos, Dios envió a nuestros corazones al Espíritu de su Hijo que clama: «¡Abba! (Padre).» Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si eres hijo, eres también heredero por voluntad de Dios.


Lectura del santo evangelio según san Lucas

En aquel tiempo, los pastores fueron corriendo a Belén y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que les habían dicho de aquel niño. Todos los que lo oían se admiraban de lo que les decían los pastores. Y María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. Los pastores se volvieron dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto y oído; todo como les habían dicho. Al cumplirse los ocho días, tocaba circuncidar al niño, y le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.

[su_box title=”YA NO SOMOS ESCLAVOS, SINO HIJOS”]
Un año para ser bendición. Así nos lo presenta el libro de los números rescatando esa antigua fórmula de oración: “El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor. El Señor se fije en ti y te conceda la paz.” La antigua bendición de Israel nos ayuda hoy a serlo nosotros. Bendecir es decir bien del otro, no adular, y desde luego no insultar. Sino desear el bien, y decirlo, “que Dios te bendiga”. Bendecir es recordar que no todo depende de nosotros, que Dios está ahí con una presencia discreta y silenciosa, pero está y actúa. Y bendice si se le invoca. Invocar a Dios es una forma concreta de creer en Él, de expresar nuestra fe. No dejemos de bendecir, no dejemos de ser bendición para los demás. Como hizo la propia María.
Un año de libertad, nos dirá hoy San Pablo: “ya no sois esclavos sino hijos”. Libres para llamar a vuestro Padre. La libertad es algo que se va conquistando y por ende, que si se cede, se pierde. Vivir como hijos de Dios en nuestro tiempo y nuestra sociedad exige valentía y mucha libertad, estar dispuesto a que se rían de ti, te señalen, te rechacen y critiquen cualquiera de tus comentarios o acciones. Y eso no es fácil ni agradable de vivir. Pero es el precio de poner en juego la libertad eligiendo la fe. Y al final, libera y satisface profundamente ser quien uno es, sin ocultarlo a nadie, sin tener que esconderse. Ojalá que no perdamos esa libertad, que el miedo a que nos llamen “antiguos” o “retrógrados” (por ej.) no nos haga renunciar a expresar nuestras verdaderas creencias y a dar razones de nuestra fe, argumentos pacíficos, que aunque no convenzan, venzan la comodidad y el miedo a ser quienes somos. images
Un año para oír, guardar y meditar en el corazón lo que otros me dicen de Dios, como María. El nuevo año es también esto. La oportunidad y el regalo de ser en profundidad. De ser para Dios y para mí mismo en plenitud. El evangelio de hoy nos pone a María como modelo en esto: actitud de escucha, capacidad de reflexión y de misterio. Dios se hace presente en su vida, no siempre es todo claro, bonito y perfecto. Pero María se mantiene abierta y confiada, no se ofende, no pierde la paz porque todo no sea como ella quiere y cuando ella quiere… “sino que conservando estas cosas, las meditaba en su corazón”. ¿qué tal si pidiéramos a Dios también esto para nosotros? Menos impulsos, menos respuestas rápidas, y más el reflexionar, meditar y acoger en el corazón, hasta que las respuestas y actitudes nazcan de dentro. No sería mal propósito de inicio de año. Imitar a nuestra Madre y Madre de Dios, María.
Víctor Chacón Huertas, CSsR [/su_box]