Una puerta grande y un buen piano

Una puerta grande y un buen piano

“Hace ya bastantes años, arreglando la biblioteca de nuestra casa de Comunidad, me topé con un librito forrado de negro, escrito a máquina de escribir, de esas que ahora solamente se encuentran en el ático (o trastero) de una casa o entre los objetos de una tienda de anticuarios”, relata Eloísa Barcia, catequista Sopeña en Santiago de Chile, en nuestra revista Icono del mes de mayo en la sección ‘Solidaridad’.

Sin poder evitarlo, suspendí mi labor y comencé a leerlo. Se titulaba ‘Avisos para abrir un Centro de Instrucción’. Este librito resultó ser una joya para mí, pues contenía consejos de primera mano que Dolores Sopeña, allá por el año 1902, daba a sus primeras seguidoras.

Lo que más llamó mi atención fue el énfasis de Dolores en el hecho de que, para poder dar comienzo a las actividades de un Centro Obrero de Instrucción, que en aquella época eran casi siempre colegios prestados en los días sábado y domingo, este debía tener una puerta grande  y, además, se debía conseguir un buen piano.

LO ESENCIAL ES INVISIBLE A LOS OJOS

Al leerlo y releerlo con el deseo de descubrir la razón de tan singulares requisitos, me vino a la mente Saint- Exupéry en El Principito: “Lo esencial es invisible a los ojos”, frase que acoplo a un simplón pensamiento mío: “Lo esencial casi siempre parece sin importancia, pero es sumamente esencial”.

Por supuesto, Dolores Sopeña, movida e inspirada por Dios, sabía muy bien la gran necesidad y sentido de tener una puerta grande y un buen piano para el funcionamiento del centro.

VALOR Y DIGNIDAD

Dolores, que fundó los Centros Obreros de Instrucción hace más de 120 años, intuye la mejor manera para que los trabajadores logren tomar conciencia de su valor y dignidad mostrando el camino a la verdadera felicidad humana hasta llegar y descubrir el rostro paterno y amoroso de Dios. Con este fin, distribuye sabiamente los tiempos en el Centro.

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