Una vida a estrenar

Una vida a estrenar

Para los que medimos nuestra vida en cursos académicos, de septiembre a junio, resulta difícil entender el mes de enero como el inicio de un nuevo período. Sin embargo, lo es. La alegría del Niño que llega a nosotros cada Navidad renueva nuestra esperanza y debería hacer lo mismo en este nuevo año con nuestro ánimo, agostado por las dificultades de otro año pandémico -este será el tercero, quien lo diría- que nos obliga a surfear entre ola y ola, y refrescar nuestras exiguas nociones del alfabeto griego para identificar cada nueva variante.

El virus pone en entredicho la salud, la propia y la de nuestros familiares y amigos. Pero la vida siempre se abre camino. Mientras escribo estas líneas, reposa sobre su cuna a unos metros del teclado una niña, llegada al mundo en esta realidad extraña que le obliga a obligar a imaginar las sonrisas que sus abuelos y tíos le dedican por detrás de sus mascarillas y a ser mecida en manos que deben pasar antes por el imprescindible gel hidroalcohólico.

Para ella, cualquier acción cotidiana es un acontecimiento a estrenar. Hasta en su mirada y sus gestos se advierte la sensación de que está aún probando, acostumbrándose a unos ojos que todavía apenas disciernen luces y sombras, ni mucho menos formas definidas o colores. Del mismo modo, sus expresiones faciales como las sonrisas o los pucheros mutan rápidamente, como quien todavía está leyendo las instrucciones de una máquina maravillosa: la que domina la rica gestualidad humana.

Observándola, cada día es un acontecimiento y una semana sin verla supone constatar un cambio sensible. En esa progresión, la llegada de un nuevo año es la perspectiva de toda una aventura. La oportunidad de crecer, no solo en peso y estatura, sino de interactuar con el mundo que le rodea.

SOÑAR CON EL FUTURO

En ese contexto, el calendario se observa con expectación. Soñar con el futuro -cuando se producirá la primera carcajada, el primer balbuceo, no digamos ya el primer paso- es un placer que se saborea día a día. Como María, que “conservaba todas esas cosas, meditándolas en su corazón” (Lc 2, 19), nosotros, los hijos de la sociedad de la imagen, tratamos de conservarlas en nuestras cámaras y móviles, sabedores de la excepcionalidad de un acontecimiento único: el de la vida que crece a cada segundo ante nuestros ojos.

Algo nos pasa con el correr de los años para que dejemos ver el calendario como una oportunidad, y empecemos a verlo como una rutina, como los granos de arena de un reloj que se nos escapan entre los dedos. Sin embargo, tenemos ante nosotros un 2022 recién inaugurado.

Encontrar el foco para tener una mirada esperanzada hacia el futuro puede ser un buen propósito para el año nuevo. Sin dejar de ser conscientes de los peligros, pero abiertos a los momentos de belleza que nos aguardan en los próximos doce meses. Un año de vida a estrenar.

 

 

Artículo escrito por el periodista Miguel Ángel Moreno, publicado en nuestra revista Icono de este mes de enero. Aquí puedes leerlo entero.