Descanso y calma

Descanso y calma

Jesús se preocupa para que los discípulos que vuelven de la misión puedan descansar. Van a un lugar tranquilo.  A uno de esos lugares que Jesús frecuentaba para hablar con el Padre, para descubrir realidades importantes a los suyos, para tomar distancia y acortar distancias.

Buscar la tranquilidad no es huir de los demás, sino recentrar lo que somos o queremos ser. Es tomar aliento en medio de las prisas y de las urgencias (quizás sólo sea una parada de un minuto) para respirar el ritmo de lo profundo presente.

Pero el Evangelio también nos narra cómo Jesús, viendo a la multitud que lo ha seguido, tiene que hacer algo. Parece que abandona la tranquilidad buscada para ponerse al tajo. Pero no es así. Se pone a enseñar a esa multitud anhelante, pero lo hace con “calma”.

Con la calma de saber que la Buena Noticia no es un conjunto de frases hechas o aprendidas de memoria. Calma porque las personas son valiosas y no meros expedientes que cubrir. Calma porque sabe que la lluvia suave hidrata mejor que la tormenta destructiva.

Descanso y calma. Algo que también nos compromete y nos exige en una sociedad de la producción y la competitividad.

Si quieres ver el artículo completo de Miguel Tombilla, publicado en nuestra revista Icono de julio-agosto, en la sección ‘Imágenes de vida’, puedes hacerlo aquí.